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Actualizado: 13 de junio de 2025


Amamos, queremos ser amados, caemos a los pies de una mujer, y le ofrecemos el corazón, la vida, el alma, y luego, cuando somos correspondidos, cuando la dicha y la felicidad nos sonríen, olvidamos nuestras promesas más sinceras, nuestros juramentos más sagrados.

Concluye todo por un sopor tan breve como profundo, y en seguida vuelvo a mi ser natural, ¡ay!, a la miseria humano, a la realidad asquerosa, a la vejez caduca... ¡Don José! ¡Don José de mi alma! No me riñas; te digo que no me riñas. ¡Ser algo durante diez minutos! Los que no somos nada, caemos en estos peligros. Pues te confesaré todo con tal que no me riñas.

Y fuerza es confesar que todos los hombres, salvo raras y dichosas excepciones, estamos empecatadillos y entonamos himnos en loor de uno de estos tres enemigos, cuando no de los tres á un tiempo; pero debe notarse que, ó bien no caemos, por extraviados ó ilusos, en que hacemos semejante elogio, ó bien aparentamos no caer, envolviendo nuestro consciente propósito en delicada hipocresía.

Si lo primero, caemos en contradiccion; suponemos accion y no la suponemos, porque no hay accion en el puro nada. Suponemos que la cosa es causa antes de ser; y nos hallamos en contradiccion con el Axioma I . Si lo segundo, pensamos ya la causa: pues causa no es otra cosa que lo que produce el tránsito del no ser al ser. Esto equivale á preguntar si en el mundo hay alguna mudanza.

Si exceptuamos a D. Benito Pérez Galdós y a otro par de autores a lo más, apenas los hay hoy en España verdaderamente populares y cuyos libros se compren y se lean. Con fatigas tendríamos que andar hoy para completar el número de los cuatro o cinco autores de que habla el Sr. Cuervo y cuya lectura trae gusto o provecho a los americanos. Ni siquiera en España caemos en gracia.

D. Francisco, por mucho que caigamos, nunca caemos hasta lo hondo.... Pero vamos al caso: para todo eso que le he dicho, y para que Martín se reponga y pueda salir al campo, necesitamos tres mil reales... y no digo cuatro porque no se asuste. Es lo último. , D. Francisquito de mi alma, y confiamos en su buen corazón.

De pronto caemos a un valle profundo, que serpea entre dos elevadas colinas cubiertas de bosques; por entre los árboles, aparece en la altura un castillo feudal, de toscas piedras grises, cuya vetustez característica contrasta con la blancura del humilde hameau que duerme a su sombra; las perspectivas cambian constantemente, y los nombres que van llegando al oído, Angulema, Bois, Amboise, Chatellerault, Poitiers, etc., hacen revivir los cuadros soberbios de la vieja historia de Francia...

La vista de las lucecitas diseminadas que brillaban aquí y acullá en la ciudad, produjo un efecto desagradable a la señora Chermidy. Al llegar al término de un viaje, la esperanza que nos había llevado hasta allí con sus alas nos falta, y caemos rudamente sobre la realidad. Lo que nos parecía más seguro queda velado por la duda; no contamos ya con nada y empezamos a esperarlo todo.

Para evitar todos estos errores se ha de saber, que la imaginacion solamente los ocasiona, y caemos en ellos, porque libremente dexamos que el juicio se gobierne por la imaginacion.

De forma que si, como lo determinan los tratados, llevamos la linea por el Yaguarey hasta su cabecera principal, y de allí buscamos la principal, mas próxima de otro rio, y caemos por este al del Paraguay, desalojando ademas á Coimbra y Albuquerque, que estan en lo nuestro, no dudo que, antes de muchos años, se verán mis ideas verificadas: porque no es posible que no tengamos las minas de Cuyabá y Matogroso, cuando las podemos atacar con fuerzas competentes, llevadas por el mejor rio del mundo, sin que los Portugueses puedan sostenerlas ni llegar á ellas, sino por el embudo obstruido del rio Tacuarí, en canoas y con los trabajos que nadie ignora.

Palabra del Dia

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