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Actualizado: 22 de julio de 2025


Este rasgo no era muy conforme con la reputación caballeresca de que goza su especie: pero el buen Mervyn, ha vivido mucho entre los hombres y supongo que se ha vuelto un poco filósofo. Cuando quise tomar mi impulso para seguirle, reconocí con enfado que era detenido, á mi turno, por la red de la náyade maligna y celosa, que al parecer reina en estos parajes.

Y llego ahora a la relación que directamente tiene, con el sentido general de esta plática mía, el comentario de semejante espíritu de imitación. Todo juicio severo que se formule de los americanos del Norte debe empezar por rendirles, como se haría con altos adversarios, la formalidad caballeresca de un saludo. Siento fácil mi espíritu para cumplirla.

-Perdóneme vuestra merced -dijo Sancho-; que, como yo no leer ni escrebir, como otra vez he dicho, no ni he caído en las reglas de la profesión caballeresca; y, de aquí adelante, yo proveeré las alforjas de todo género de fruta seca para vuestra merced, que es caballero, y para las proveeré, pues no lo soy, de otras cosas volátiles y de más sustancia.

¡Ay señor! -dijo la sobrina-, bien los puede vuestra merced mandar quemar, como a los demás, porque no sería mucho que, habiendo sanado mi señor tío de la enfermedad caballeresca, leyendo éstos, se le antojase de hacerse pastor y andarse por los bosques y prados cantando y tañendo; y, lo que sería peor, hacerse poeta; que, según dicen, es enfermedad incurable y pegadiza.

Plácido Penitente, decía la voz, demuestra á toda esa juventud que tienes dignidad, que eres hijo de una provincia valerosa y caballeresca donde el insulto se lava con sangre. ¡Eres batangueño, Plácido Penitente! ¡Véngate, Plácido Penitente! Y el joven rugía y rechinaban sus dientes y tropezaba con todo el mundo en la calle, en el puente de España, como si buscase querella.

Examínelas bien; no tenemos otras, y deben ser aceptadas por las dos partes. El oficinista manifestó que tenía por inútil este examen, aceptando todo lo que hiciese el otro. Siguió hablando el marqués con una dignidad caballeresca que impresionaba á Moreno. «Este pobre señor pensó no conoce su verdadera situación.

Ha sido usted muy amable cumpliendo tan puntualmente su promesa... Grande es mi contento... Y le tendió la mano, que el inspector general besó con caballeresca galantería. No había de olvidar lo prometido repuso Delaberge reteniendo un momento los dedos de la joven entre los suyos. ¿De qué se trata, señora mía?

En estremo contento, ufano y vanaglorioso iba don Quijote por haber alcanzado vitoria de tan valiente caballero como él se imaginaba que era el de los Espejos, de cuya caballeresca palabra esperaba saber si el encantamento de su señora pasaba adelante, pues era forzoso que el tal vencido caballero volviese, so pena de no serlo, a darle razón de lo que con ella le hubiese sucedido.

De aquí la novela caballeresca, la ficción graciosa de Ginés Pérez de Hita.

Nada le era tan grato, ni tan fácil como decir de su amigo todo el bien que pensaba. Y como veía que Bettina se complacía en escucharlo, daba libre curso a su elocuencia. Pero una noche Pablo quiso, y estaba en su derecho, obtener el beneficio de su caballeresca conducta. Acababa de hablar durante más de un cuarto de hora con Bettina.

Palabra del Dia

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