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Actualizado: 4 de mayo de 2025


En los lindes de la población, aunque no en la vecindad inmediata de ninguna morada, había una choza ó cabaña, construída por uno de los primeros colonos, y abandonada porque la tierra era demasiado estéril para el cultivo. Su aislamiento y distancia de la población, la ponían fuera del círculo de la actividad social que ya se notaba en las costumbres de los colonos.

Mujer y tres hijos tengo en mi cabaña, replicó éste y no puedo dejarlos por servir al rey. ¿Y , mocito? Yo soy hombre de paz, contestó Roger, y además tengo otra misión muy distinta. ¡No estáis vosotros malas gallinas! ¿Dónde están los hombres de Dunán, de Malvar, de Balsain? ¿No hay ya más que mujeres en Corvalle y Vernel?

Con esta noticia juzgó inutil y arriesgado seguir su empeño, y determinó retroceder hasta las Balzas de Juliaca, para atender no solo á los insultos que se intentasen contra su provincia, sino tambien para mantener en la fidelidad á los indios de aquel pueblo, y á los de Caracoto, Cabana y otros, que se mantenian, aun por el Rey.

La gaita y el tambor sonaban ya muy lejos, como una aprensión de ruido. Petra, al llegar a la casa del leñador, se dejó caer sobre la yerba, algo distante de don Fermín; y encarnada como su saya bajera, se atrevió a mirarle cara a cara con ojos serios y decidores. El Magistral se sentó dentro de la cabaña. Hablaron.

La historia de la letra escarlata se convirtió en leyenda; la fascinación que ejercía se mantuvo poderosa por mucho tiempo, y tanto el tablado fatídico como la cabaña junto á la orilla del mar donde vivió Ester, continuaron siendo objeto de cierto respetuoso temor.

A pocos metros de la cabaña, se extendía un inculto cercado que, en los cortos días de felicidad matrimonial del socio de Tennessee, había servido de jardín, pero que, en aquel entonces, disfrutaba de una exuberante vegetación de helechos y hierbas de todas clases.

¿No te parece que dejemos la caza para cuando él venga? Subamos mientras tanto al lago; no me canso de verlo. En la primer cabaña que encontremos podemos dejar dicho dónde estamos... El mayordomo lo halló todo muy bien, y siguieron andando. La selva ofrecía un aspecto mágico.

Más por complacerla que por esperanza de obtener resultado alguno, Nolo consintió en recorrer los montes que dominaban el castañar del tío Goro. Vagaron por ellos á la ventura sin tropezar ser viviente. Al cabo divisaron entre los árboles una luz. ¿Dónde estamos? preguntó Felicia que con la pena y tanto paseo se había mareado. Cerca de la cabaña de Pepa la Pura.

Cerca de ésta tiene su pequeña cabaña, rodeada de rocas que él ha cubierto con musgo y flores: allí vive como un ermita o como un salvaje, trabajando durante el día, leyendo algunos libros en algunos ratos, de noche, y siempre combatido por una tristeza tenaz.

Kernok cayó desvanecido y dos carcajadas siniestras resonaron en la cabaña. En esto llamaron a la puerta. ¡Kernok, Kernok mío! dijo una voz dulce y fresca. Estas palabras produjeron sobre Kernok un efecto mágico; abrió los ojos y miró a su alrededor con extrañeza y espanto. ¿Dónde estoy, pues? dijo levantándose ; ¿ha sido una pesadilla, una espantosa pesadilla?

Palabra del Dia

ciencuenta

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