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Actualizado: 24 de mayo de 2025


Luego se dirigió hacia la proa para levantar las anclas hundidas en el fondo del puerto. Estas anclas eran recuerdos venerables de la época posterior á Eulame, cuando las naciones, en implacable rivalidad marítima, se dedicaron á construir buques inmensos, fortalezas flotantes de numerosos cañones, guarnecidas por miles de combatientes.

Oído el tiroteo por nuestras tropas acudieron inmediatamente en auxilio de los amigos y aliados, haciendo huir á los españoles y recuperando los fusiles y cañones de su poder, cuyos armamentos ordené fueran devueltos á los americanos en ley de buena amistad.

Haciendo grandes esfuerzos e imponiendo una contribución al comercio, logró el virrey alistar una escuadra, cuyo jefe evitó siempre poner sus naves al alcance de los cañones ingleses, dando lugar a que Andson apresara el galeón de Manila, que llevaba un cargamento valuado en más de tres millones de pesos.

Todo se hallaba, pues, en el mismo estado que antes de la batalla, con la diferencia de que los cañones enemigos iban a entrar en juego y a coger a los defensores por la espalda. Se veían claramente las dos piezas, los grapones, las palancas, los escobillones, los artilleros y el oficial: un individuo delgado, ancho de espaldas, de largos bigotes rubios.

Por delante de nosotros desfilaron las tropas de Vedel, en número de nueve mil trescientos hombres, y dejando sus armas en pabellón, nos entregaron muchas águilas y cuarenta cañones. Les mirábamos y nos parecía imposible que aquéllos fueran los vencedores de Europa.

En tanto, yo recorría el campamento, miraba al suelo, miraba las manos de todos, las cureñas de los cañones, los charcos de sangre, los mil rincones del suelo, junto al cuerpo de un herido, y bajo la cabeza del caballo moribundo. Marijuán se llegó a con los brazos abiertos y gritó: Los vencimos, Gabriel. ¡Viva España y los españoles, y la Virgen del Pilar, a quien se debe todo!

La mujer vana y superficial seguirá pintándose, con arreglo a los cánones que en la moda imperen. Porque también en esto de la pintura existe la moda. Nos lo demuestran unos versos clásicos de la comedia de Calderón de la Barca titulada «Eco y Narciso». « Un tiempo se dieron En usar ojos dormidos; No había hermosura despierta, Y todo era mirar bizco.

El aire se caldeaba con olores acres, punzantes, bestialmente embriagadores. Los perfumes del explosivo llegaban hasta el cerebro por la boca, por las orejas, por los ojos. Experimentaron el mismo enardecimiento de los directores de las piezas, que gritaban y braceaban en medio del trueno. Las cápsulas vacías iban formando una capa espesa detrás de los cañones. ¡Fuego!... ¡siempre fuego!

El aspecto de los buques y el retumbar de los cañones difunden general horror; los dioses, irritados, reclaman un sacrificio humano, y nada menos que el de la sacerdotisa Guacolda, amada á un tiempo del Inca y del héroe Impanguí.

Mi comandante, dígale usted a señá Rosa Mística que traslade su amiga al fuerte de usted cuando tenga cañones de veinticuatro, para que estén bien guardadas las niñas de las asechanzas del demonio, que se meten en guitarras destempladas. Me voy, porque don Federico no viene; estoy para que está vacunando a todo el lugar, inclusos señá Mística, el maestro de escuela y el alcalde.

Palabra del Dia

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