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Actualizado: 1 de julio de 2025
Pues ya que de escuderos habláis, dijo el barón cuando cesó la risa provocada por los recuerdos de Sir Oliver, debo decir á los míos que hoy mismo tendrán brillante ocasión de acreditar su valor y de imitar el ejemplo que les han dejado nobles antecesores. Id á la cámara, muchachos, y traedme mi arnés; el señor de Butrón y yo nos armaremos aquí, sobre cubierta, con vuestra ayuda.
Enterado por su amiga Isabel Mazacán de la orden del día dada por el marqués de Butrón en la casa de Currita, apresurábase a poner en conocimiento de la primera autoridad de la provincia la manifestación de mantillas y peinetas que las damas de la aristocracia preparaban para aquella tarde en la Fuente Castellana.
La marquesa ateníase en sus palabras a la pauta trazada de antemano por Butrón, evitando con habilidad suma los puntos escabrosos y las mentiras gordísimas marcadas por el diplomático; hablaba muy despacio, con sencillez exenta de toda pedantería y el aplomo y la seguridad que dan a las personas nacidas y criadas en altas esferas el trato continuo de gentes y la conciencia de su propia grandeza.
Cuadróse Butrón delante de la dama y dijo golpeándose el pecho: ¡Confía en mí, Curra!... ¡Yo respondo! En aquel momento llamaron a la puerta: el registro había ya terminado y el jefe de orden público pedía permiso a la señora condesa para presentarle sus excusas. ¡Ay, no, no! exclamó Currita . Dígale usted que puedo muy bien pasarme sin ellas.
Mientras tanto, los trabajos alfonsinos tocaban a su término, y Jacobo, creyendo haber pagado a buen precio con la entrega de sus papeles el logro de sus ambiciones, importunaba de continuo a Butrón y hacíase presente a todas horas en el centro de hombres políticos que dirigían los trabajos del partido, en demanda de una cartera que jamás se le había prometido en serio, pero que se le había hecho vislumbrar a lo lejos como precio de su hurto, en los tiempos en que era la consigna barrer para adentro.
Ningún Galiano se rinde, y tampoco un Butrón debe hacerlo». Lástima es dije yo , que estos hombres no hayan tenido un jefe digno de su valor, ya que no se les encargó del mando de la escuadra. Sí que es lástima, y verá usted lo que pasó. Empezó la refriega, que ya sabrá usted fue cosa buena, si estuvo a bordo del Trinidad. Tres navíos nos acribillaron a balazos por babor y estribor.
Al oir hace poco á un vecino de Montaubán, que nos refería los saqueos y depredaciones de esos foragidos, hice voto de castigar duramente al que en realidad los manda hoy. Vos y el señor de Butrón quedáis invitados á mi mesa y por lo pronto formáis parte de los caballeros de mi séquito.
¿Y qué he de contar yo dijo ella entre dos chupadas , si veo que lo saben ustedes todo?... ¿Pero es cierto? preguntó Butrón azorado. ¡Ciertísimo! replicó con énfasis Currita.
Y en esto concluyó Isabel Mazacán su aparte con el marqués de Butrón, y disculpándose con Currita de no acompañarla a la visita de la Inclusa, por habérsele ya hecho tarde, se marchó al parecer algún tanto disgustada. Currita decidió entonces volverse a su casa, y el marqués de Butrón se despidió también en el acto. ¿Tiene usted coche, Butrón? preguntó ella al diplomático.
El general, por su parte, seguía la política de Butrón, barrer para dentro, y calculaba ya las copiosas sangrías que, en nombre de los conspiradores, podría hacer su espada victoriosa en las repletas arcas de los consortes López Moreno.
Palabra del Dia
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