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Actualizado: 27 de junio de 2025


Descansa un tanto y después te llamaré para que me des noticias de lo que en Francia ocurre. Hasta aquí han llegado rumores de que antes de terminar el año ondearán nuestras banderas al sur de las grandes montañas de la frontera española. Mucho se hablaba de ello en Burdeos á mi partida, repuso Simón, y á fe que los armeros trabajaban sin descanso y que llegar buen número de soldados.

Mientras Thiers estaba en su oficina, su mujer pasaba las horas casi sola. Rara vez iban visitas a la casa; pues la mayor parte de sus amigas, a excepción de las de Cucúrbitas, no habían vuelto aún de baños. Dos o tres veces fue a verla Refugio, y charlaron de modas y de los artículos que había recibido de Burdeos.

Allí avanza un grupo de pajes que van á dar de beber á los caballos. Cada uno de esos corceles indica la presencia de un caballero en Burdeos, porque tengo entendido que los hombres de armas y arqueros han marchado ya con dirección á Dax. ¡Simón! llamó el señor de Morel. Avisa á la gente que dentro de una hora estarán aquí las lanchas y que lo tengan todo listo para el desembarco.

Las ciudades de Francia que yo he visitado, y de las que hablaré ligeramente, son Bayona, Burdeos, Nancy, Strasbourg, Mulhouse, Amiens, Marsella, Lyon, Lille, Poitiers, Angulema, Tours, Perpignan, Narbona, Tolosa y Orleans. Habiéndome dirigido á Francia desde Madrid por Búrgos y las Provincias Vascongadas, segun he apuntado ya, la primera ciudad que salió á mi encuentro fué Bayona.

Cada mañana desde mi ventana veía enfrente las blancas lonas, ligeramente tintas por la aurora, de un sinnúmero de barcos mercantes que aguardaban la brisa favorable para partir. Allí, el Gironde no tiene menos de tres leguas de ancho: tan solemne como los grandes ríos americanos, ostenta, sin embargo, la animación de Burdeos.

Por fin el Galeón Amarillo llegó á las rompientes, evitó los obstáculos y en cortos momentos, dejando atrás todo peligro, surcó las tranquilas aguas del Garona. Un viernes por la mañana, el veintinueve de Diciembre, dos días antes del de San Silvestre, ancló el Galeón Amarillo frente á la noble ciudad de Burdeos.

Pero estos hombres, ¡qué malos son, pero qué malos! Pues verás. Me voy a Burdeos con mi marido, pasan meses y meses, llega el verano y nos vamos a pasar una corta temporada en Royan, un pueblo de baños de mar. Pues, hija, estaba yo una tarde en el muelle viendo desembarcar a los pasajeros que venían en el vaporcito de Burdeos, cuando me veo al primo Moreno.

La mas considerable, la Burdeos propiamente dicha, la ciudad histórica, demora á la márgen oriental-meridional. En la opuesta yace el opulento arrabal de Chartrons, que puede llamarse el inmenso almacen-bodega de Burdeos.

Allí se sirvió el almuerzo, encontrándonos envueltos en los frescos efluvios, pudiendo jurar á mis lectores, que pocos recuerdo como aquel. El Burdeos y el Champagne concluyeron de disipar las últimas nubes de emoción, sustituyéndolas por risueños horizontes de color de rosa.

Confieso que á juzgar por su aspecto no hubiera esperado de él tanta entereza. Pues yo declaro que el aire de Burdeos ha trocado á mi compañero en gallo de pelea, porque jamás había salido del condado de Hanson joven más apacible y modesto que él. ¿, eh?

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