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Actualizado: 27 de junio de 2025


Apenas se hubo retirado Martínez, uno de los dos capitanes, el del pie elefantíaco con zapato de fieltro, confesó su falta de idoneidad. Yo no he presenciado nunca desafíos en Burdeos. Ignoro cómo son. Antes de la guerra era comisionista de vinos en Méjico. Me embarqué con todos los franceses que vivíamos allá, y por milagro no nos apresó un corsario boche.

El capitán deseaba buscar aparejos para su barco; le habían dicho que allí, en Burdeos, se hacían los mejores y más baratos, y que la gente de Bayona y de la costa vasco-francesa se entendía para esto con un comerciante vascongado.

El era el único transeunte: en las aceras vagaban perros y gatos abandonados. Sus recuerdos militares le enardecían como soplos de gloria. Yo he visto el paso de los marroquíes... He visto los zuavos en automóvil. La misma noche que Julio había salido para Burdeos, él vagó hasta el amanecer, siguiendo una línea de avenidas á través de medio París, desde el león de Belfort á la estación del Este.

Hácia el centro del canal, los palacios de la duquesa de Berry, de Don Juan, el hermano de Montemolin, y del duque de Burdeos. El palacio de Bellas Artes, tambien en el Gran Canal, encierra milagros de arte; nadie salga de la encantada ciudad sin visitarlo. La sala de la Asuncion, llamada así por el cuadro del Ticiano del mismo asunto, es verdaderamente una joya de inmenso valor.

En el género bien raro ya de la arquitectura romana, se conservan en Burdeos las ruinas monumentales del Palacio-Galieno y del de Ombrière que llaman la atencion y deleitan á los anticuarlos ó arqueólogos.

Hace veinte años que Harvey and provee á Chaminade, de Burdeos, todo el pino para las cajas de embalaje de su casa de usted... ¡Tanto gusto! La cara que puso Marenval, cuya única ambición consistía en hacer olvidar las pastas y las féculas origen de su fortuna, proporcionó á la concurrencia un precioso rato de diversión.

La industria de Burdeos es completamente análoga á la de Marsella, siendo además notables sus filaturas de algodón y lana, sus tejidos de indianas, sus grandes fundiciones, etc.

El libro del señor Cané, es, en apariencia, una sencilla relación de viaje. Dedica sucesivamente seis capítulos a la travesía de Buenos Aires a Burdeos, a su estadía en París y en Londres, y a la navegación desde Saint-Nazaire a La Guayra. Entonces, en un capítulo cuya demasiada brevedad se deplora habla de Venezuela, pero más de su pasado que de su presente.

Rosalía la miraba de soslayo y no pudo menos de pasmarse de aquel pelo de cabra de un color tan original y bonito, y del aspecto decentísimo de la joven, bien enguantada y mejor calzada. «Es graciosilla» dijo para ; y se quedó con ganas de preguntarle dónde había comprado el pelo de cabra... Quizás Amparito se lo había mandado de Burdeos. ¡Luego llevaba un alfiler de pecho tan chic...! ¡Cómo se le fueron los ojos tras él a Rosalía!».

Desde que el primo Agustín emigró a Burdeos, los de Bringas no iban al teatro sino de tarde en tarde, ocupando localidades de amigos enfermos o de aquellos que se aburrían de la repetición excesiva de una pieza dramática. No recuerdo si eran los lunes o los martes cuando Milagros hacía la gracia de quedarse en casa.

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