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En honor de mi compañero de paseo y para hacer justicia á su elocuencia, debo recordar una circunstancia. El poeta catalán batió la brecha con calor. Cuando descendimos del wagon en Aranjuez, la hermosa rebelde estaba convertida...ó parecia estarlo; pero el poeta predicador no habia dado ni un solo paso fuera del camino de las galanterías.

Con la misma rapidez imaginativa del que va á morir ahogado en el mar y repasa vertiginosamente las escenas de su vida anterior, vió su infame existencia de Nápoles, la expedición en la goleta para avituallar á los submarinos, luego el torpedo que abría una brecha en el Californian... ¡Y este hombre era tal vez el que había hecho saltar por el aire á su pobre hijo hecho pedazos!...

Aquel marido hipotético, aquel ser abstracto salía a cada momento en la conversación con la misma realidad que si fuera de carne y hueso y estuviera en la habitación contigua. La que comenzaba ahora a teclear en el piano era Emilita, las más musical de las cuatro hermanas. Las otras tres estaban ya en pie, cogidas a la manga de la levita de otros tantos jóvenes; como si dijéramos, en la brecha.

De pronto se detuvo, se encaró con Leto, y rascándose suavemente la cabeza con dos dedos, le habló así: O yo no soy perro viejo, o me he olido hasta la calidad de ese clavo, cuanto más la hondura de la brecha que ha abierto en usted.

Cruzó soberbia abriendo enorme brecha en los castañares que lo señorean, taladró con furia á Cerezangos, aquel adorado retiro del capitán, y siguió triunfante, vomitando humo y escorias, hasta Villoria.

Y dígase también la siguiente y amarga verdad: la brecha que el delito ha abierto una vez en el alma humana, jamás queda completamente cerrada mientras conservamos nuestra condición mortal. Tiene que vigilarse y guardarse, para que el enemigo no penetre de nuevo en la fortaleza, y escoja quizás otros medios de entrar que los empleados antes.

Aquella vida por partida doble y los manejos en que un hombre de mundo sabe envolver sus placeres, hicieron pronto brecha en su capital. Nada cuesta más caro en París que la sombra y la discreción. El duque era demasiado gran señor para detenerse en su camino. Nunca supo negar nada a su esposa ni a la de los otros.

El loco amor al lujo y las comodidades eran los puntos débiles de Isidora; su necesidad la brecha por donde la atacaban, prometiendole villas y castillos; pero no obstante estas desventajas, resistía batiéndose con el arma de su orgullo y amparada del broquel de su nobleza.

Allí estuvo D. Fadrique haciendo estragos en la escuadra inglesa con sus certeros tiros de cañón. Luego, durante el asalto, peleó como un héroe en la brecha, y vió morir á su lado á D. Luis, su jefe.

Deliró. «Soñaba que él era de cal y canto y que tenía una brecha en el vientre y por allí entraban y salían gatos y perros, y alguno que otro diablejo con rabo».