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Actualizado: 3 de julio de 2025


Rita se había establecido delante de un gran bastidor y estaba bordando un magnífico frontal de altar, obra que había emprendido en compañía de la condesa. Entró Rafael. Buenos días, tía: buenos días, primas. ¿Cómo va el heredero de los Algares? Tan bien como puede desearse respondió la marquesa.

Quisiera poder partir yo también, añadió Constanza, mirándole á través de sus lágrimas y sonriéndose tristemente. Pero en tiempo de guerra sólo nos está permitido consumirnos de impaciencia entre los muros de una fortaleza, hilando ó bordando, mientras que allá, en los campos de batalla... ¡Ah, de qué sirvo yo en este mundo!

Si no te he visto te vería... Ea, hablemos de otra cosa pues que ésta ya está resuelta. Hablaron de otra cosa, pero la joven no podía disimular su decepción. Saltaba de un asunto a otro con nerviosa volubilidad, se placía en llevar la contraria; por último, cayó en un silencio obstinado, fingiendo hallarse absorta en la franja de la tapicería que estaba bordando.

Lucía trazó con vehemencia el cuadro de la felicidad pastoril; pintó la vida sencilla, frugal, inocente, del campo, las inefables dulzuras de la familia; se representó a Miguel saliendo de casa y viniendo rendido de fatiga a la hora del crepúsculo para descansar en sus brazos; a ella cosiendo o bordando a su lado; otras veces, yendo a la pesca juntos, o a dar un paseo a caballo, o a coger moras silvestres por el campo...

Una noche, después de haber trabajado hasta muy tarde, a la luz del candil, soñó que aderezaba la saya para sus bodas espirituales, bordando sobre briscada estofa los Nueve Coros angélicos y los símbolos de la Trinidad y de la Santa Eucaristía. De pronto parécele que la quitan la aguja de las manos.

Es un arco iris como el resumen, o mejor dicho, principio y fin de todo lo visible. En la habitación estaba Florentina, no ensartando perlas ni bordando rasos con menudos hilos de oro, sino cortando un vestido con patrones hechos de Imparciales y otros periódicos.

Esta noche al transmontarse El sol, vi el cielo romper, Y dél salir con más rayos Que en medio el Zénit se ve, Entre mil escuadras bellas De aquellos que siempre ven La Eterna Sabiduría Y el sumo y perfecto Bien; En hábito y forma humana Al Paraninfo Gabriel, Bordando las dos esferas De zafir y rosicler, Y dándole al suelo gloria; Paró el vuelo en Nazaret, A donde lo vi humillado A la esposa de Josef.

Antonia, que sorprendió esta mirada se levantó, pareció quedar perpleja un instante y después, abandonando definitivamente su interrumpida labor, sentose al piano y se puso a ejecutar de memoria una fantasía de Thalberg. Magdalena continuó bordando y Amaury ocupó un asiento a su lado.

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