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Actualizado: 6 de junio de 2025
Si los hombres no usáramos bolsillos, no habría entre nosotros egoísmo, no habría ambición, no habría tuyo y mío, no habría propiedad, no habría tiranía... Seríamos como unos osos de diferente especie, serios y dignos, aunque aficionados a la danza.
Como Villalonga y yo teníamos dinero largo para juergas y cañas, unos y otros tomaron el gusto a nuestros bolsillos, y pronto llegó un día en que allí no se hacía más que beber, palmotear, tocar la guitarra, venga de ahí, comer magras. Era una orgía continua. En la tienda no se vendía; en ninguna de las dos casas se trabajaba.
Entonces me acordé del recurso que el atalayero solía emplear para comunicarse con los pescadores a gran distancia: el hacer la ahumada. Me registré los bolsillos; tenia fósforos. Allí no había paja, pero sí zarzas.
Eran los forasteros, los ricachos que llegaban á la fiesta llevando una verdadera fortuna en sus bolsillos. Para conocer su importancia bastaba con fijarse en las miradas que lanzaban á las gentes y las casas, con altivez de magnates que descienden á mezclarse en una diversión campestre. ¿Y entre aquellas míseras gentes estaban los que habían osado desafiarles?... ¡Pobres cuitados!
Ya sé lo que quieren estas bribonas cuando detienen á una; que no van sino á meterle la mano en los bolsillos cuando está una más descuidada, contestando: "Váyase noramala la muy piojosa, y si no llamo á un alguacil."
Don Claudio Fuertes, que había continuado atusándose los bigotes, con la cabeza algo gacha y los ojos muy parados, en cuanto acabó de hablar Leto metió las manos en los bolsillos del pantalón y dio media docena de paseos maquinales, sin rumbo determinado y mirándose las puntas de los pies.
En esos momentos estaba metiéndose a manos llenas en los bolsillos el dinero que acababa de ganar. ¡Ah! ¡eres tú, borrachón! ¿Dónde está Yolanda? ¿Qué sé yo? Búscala. Y se pone a jugar otra vez. Los demás hombres estaban incómodos, pero trataban de no hacerlo ver: Siéntese, pues, joven esposo me dicen.
Se sonrió con aire de superioridad, y metiéndose las manos en los bolsillos, dijo: ¿Cómo quiere usted que sepa yo cuándo viene? Vendrá ... cuando venga. Es que tengo precisión de verle esta misma noche. ¿A qué hora suele venir? No tiene hora fija dijo el portero volviendo la espalda y dirigiéndose á la portería. Después volvió y dijo: Si usted quiere dejarle algún recado....
Todo lo que había en casa muere; sólo quedamos vos y yo. ¡Bah! ¡bah! dijo Montiño guardando en los bolsillos de sus gregüescos la carta de su hermano , no nos aflijamos antes de tiempo; vuestro tío Pedro ha estado dos veces á la muerte, y una de ellas oleado y con el rostro cubierto. Pero á la tercera va la vencida dijo el joven. A la tercera...
Al dar la una en el reloj del despacho, don Juan sale de su casa llevando el corazón henchido de amor, el ánimo resuelto a todo y los bolsillos repletos de dinero. ¿Qué más necesita el hombre a quien aguarda una mujer? Capítulo XXIII Concluye ésta, entre verídica o imaginaria historia, con el raro ejemplo de una mujer que todo lo pospone al deseo de ser amada
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