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Actualizado: 6 de junio de 2025


De seguir judíos, esparciéndose por el mundo como lo hicieron otros, tal vez serían a estas horas personajes y banqueros de reyes, en vez de estar en las tiendecitas de «la calle» fabricando bolsillos de plata.

La postura de sus manos indica, no que va a aplaudir, sino que la distancia que con ellos mide es el tamaño de los panes de azúcar que en su hacienda se fabricaban y que llenaron sus bolsillos de doblones. La tradición no cuenta cosas muy halagadoras para este señor; te las referiré algún día.

La limpieza de sus bolsillos era absoluta, y el crédito, apurado ya, faltaba. ¡Qué habría sido de ella si sobre estos horrores no apareciera un sol de vida y esperanza! ¡Ganar el pleito! La idea de un triunfo próximo le daba fuerzas para hacer frente a tantas humillaciones. Si el procurador le decía que había tarea para mucho tiempo, su descorazonamiento rayaba en desesperación.

Caminaba el joven con las manos en los bolsillos e inclinada meditativamente la cabeza. A solas ya, se iba disipando poco a poco su satisfacción por el triunfo obtenido. El calor y las irritaciones de hacía poco iban dejando lugar a una reflexión más justa y mesurada.

Al poner el pie en la acera, respiró Currita algo más desahogada y atrevióse a mirar a un lado y otro; todo parecía solitario, y tan sólo por la calle del Almirante vio a un hombre que marchaba a lo lejos, con las manos en los bolsillos, silbando la marcha de Pan y Toros.

Maltrana parecía reflexionar, y acabó por hundir sus manos en los bolsillos del chaleco, juntando dos billetes de veinticinco pesetas y un puñado de monedas de plata. Guarda el dinero, nena. Me conozco: si lo llevo yo, me lo gasto en chucherías antes de que compremos nuestro ajuar.

Eran papeles encontrados en los bolsillos de muertos y prisioneros. «No tengas misericordia con los pantalones rojos. Mata welches: no perdones ni á los pequeños...» «Te agradecemos los zapatos, pero la niña no puede ponérselos.

Asunción y Presentación, después de registrar los bolsillos de su hermano, examinaban las polainas, el sombrero y la charpa, por ver, según dijeron, si aquellas prendas estaban agujereadas por alguna bala de cañón.

Al rato otro se desperezó, restregóse los ojos caminando, y se tiró al agua. Pasó media hora; el sol iba cayendo. Sentí de pronto que me tocaban en el hombro. ¿Qué hora es? Las cinco respondí. El viejo marinero me miró desconfiado, con las manos en los bolsillos, recostándose enfrente de . Miró largo rato mi pantalón, distraído. Al fin se tiró al agua.

D. Pedro Rey, que ha tenido a la muerte a su preciosa niña Perfectita, y para otras diversas familias.... En seguida guardó los cucuruchos en sus bolsillos insondables como la mar, y dando después violenta palmada en la rodilla del guerrillero, le dijo: Veo que está usted mejor.... Esa cara ya es otra.... Pronto estará usted bien. El guerrillero dio un suspiro y se sonrió.

Palabra del Dia

cabalgaría

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