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Actualizado: 5 de junio de 2025


Después que comió bien, aceptó un cigarro, tomó su café con brandy, y fumó con la tranquilidad del hombre satisfecho, que no tiene un solo pensamiento que lo aflija ni ninguna preocupación en el mundo, o, mejor dicho, como un hombre que sabe exactamente lo que el destino le tiene reservado. Así, desde el principio, Burton Blair fue un misterio.

En ese caso, pienso que antes de informarlo de la muerte del pobre Blair y de la buena fortuna que le aguarda, debemos, por lo menos, descubrir quién es él. De cualquier modo, podemos vigilarlo cuidadosamente, una vez que esté en su puesto, y ver que no malgaste el dinero de Mabel.

Aquí no soy el señor Salvi fue la réplica tranquila del monje. Me conocen como fray Antonio de Arezzó, o, más breve, fray Antonio. El nombre de Salvi me lo dio el pobre Blair, que no quiso introducir entre sus amigos mundanos a un monje capuchino. En cuanto al origen de su fortuna, creo que conozco la verdad. Entonces ¡dígamela, dígamela! grité lleno de ansiedad.

V. En el cual el misterio aumenta considerablemente VI. En el que figuran tres aes mayúsculas VII. El misterioso extranjero VIII. En el que se habla la verdad IX. La casa del silencio X. El hombre de los secretos XI. En el que se explica el peligro de Mabel Blair XII. El señor Ricardo Dawson XIII. Se revela el secreto de Burton Blair XIV. La opinión de un perito

No hizo ni un comentario, cuando ni siquiera proclamó la designación que había hecho el muerto, nombrando al italiano desconocido para administrador de la fortuna de su hija. Pero ¿quién es ese hombre, me hace el favor de decir? preguntó la señora Percival, con su voz tranquila y educada. Jamás al señor Blair hablar de esa persona.

El abogado, cuya fisonomía había tomado un aspecto más grave aún, se encogió de hombros sencillamente, y dijo: Debemos, por cierto, aguardar el resultado de la investigación, pero tengo la creencia, por ciertos informes que poseo, de que Burton Blair no ha fallecido de muerte natural.

Pero ¿por qué razón, señor Blair, ha abandonado usted el mar para perecer de necesidad en la tierra? le pregunté, pues la curiosidad habíase despertado en . Porque... porque tengo una razón... una razón muy poderosa fue su contestación vacilante. Y su cara asumió una misteriosa expresión, inescrutable como la de una esfinge, que me dejó penosamente confundido.

Hace tres años que padece hambres y penas, y, sin embargo, jamás se ha quejado. Ya conoce mi carácter, sabe que cuando Burton Blair resuelve hacer una cosa ¡por Job! la hace y apretó fuertemente sus enérgicas quijadas, mientras en sus ojos se reflejó una mirada de decisión y persistencia tenaz, la más terrible que he visto en un hombre.

Ahora que con mejor luz podía ver bien sus facciones, no vacilé en confirmar mi anterior sospecha: era el mismo hombre que un año antes había conocido en la mesa de Burton Blair, en su mansión de la plaza Grosvenor. Recordaba muy bien la ocasión.

Créame que sólo la desesperación ha podido arrastrarme a dar este paso, porque los cobardes enemigos de mi padre y míos han triunfado. »Le pido al mismo tiempo olvide completamente que ha existido en el mundo una persona del nombre de la desesperada, afligida e infortunada Mabel Blair». Quedé parado, con la carta abierta en la mano, manchada en lágrimas, absolutamente mudo y desconsolado.

Palabra del Dia

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