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Actualizado: 11 de octubre de 2025


Ni una duda ni un remordimiento sintió la joven: huyó sin que dijeran nada a su alma los lugares en donde había transcurrido su vida. Sólo pensó en no hacer esperar a Isidro, que la aguardaba en la glorieta de Bilbao. A las once entraron en la plazuela del Rastro. Feliciana apenas conocía esta parte de Madrid.

Gallardo, al oírle, sintió que el pasado venía de golpe a su memoria, y reparó el olvido añadiendo tras el nombre: «rico minero de Bilbao». Luego presentó al «famoso doctor Ruiz»; y los dos hombres, como si se conociesen toda la vida, unidos por el entusiasmo de la común afición, comenzaron a charlar sobre el ganado de la tarde.

Sanabre se entusiasmaba hablando del convertidor de Bessemer; el gran descubrimiento industrial que había abaratado el acero, enriqueciendo á Bilbao al mismo tiempo, pues exigía minerales sin fósforo, como los de las montañas vizcaínas.

La noche anterior había cenado Aresti con unos cuantos contratistas de las minas, lo más distinguido de Gallarta; antiguos jornaleros que iban camino de ser millonarios y, no pudiendo coexistir con sus antiguos camaradas de trabajo, ni tratarse con los burgueses de Bilbao, se pegaban al médico acosándolo con toda clase de agasajos.

¡Si usted hubiese visto el acto de la coronación! continuó la voz de Goicochea con sordina. Aún me estremezco de entusiasmo recordándolo. Fué cosa de llorar. Catorce obispos asistieron y hubo quince días de peregrinación de Bilbao y los pueblos.

Trátase de comprar habichuelas podridas y arroz picado para vendérselo al Gobierno como bueno. Para realizar sus milagros, este taumaturgo cuenta con amistades de valer en altos centros, y aun aparenta entusiasmo por el nuevo régimen, tomando una actitud completamente pisciforme. Marzo. San Pedro Abanto. Inmenso interés despiertan en toda España el estado de la guerra y el sitio de Bilbao.

Juan Machín se casó con una mujer rica de Bilbao; compró una casa solariega en Izarte, y comenzó a arreglarla a su gusto. Varias veces me dijeron que fuera a ver los trabajos y excavaciones que se hacían en el pueblecito vecino; pero no tenía gran curiosidad, y no hubiese ido por allí a no aconsejarme mi madre que fuera, aunque por otra causa.

Era un antiguo discípulo de Deusto, que, después de abandonar la Universidad, seguía á las órdenes de los Padres de la Compañía lo mismo que cuando estudiaba en sus aulas. La juventud de Bilbao, que se llamaba á misma distinguida, admirábale por su fuerza muscular y el entusiasmo con que sustentaba las sanas ideas de los buenos padres.

Este fielato lo he visto en lo que es hoy glorieta de Bilbao. Donde yo tuve mi primera barraca hay ahora un gran café.

Pasaba en Bilbao por ser uno de los jóvenes más elegantes, pero cuando llegaban luchas electorales, se le veía con la boina sobre los ojos, empuñando un enorme garrote, al frente de los aldeanos de los pueblecillos inmediatos.

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