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Eran jóvenes de Palma que después de recorrer la ciudad disfrazados de berberiscos pensaron en «la francesa», avergonzados sin duda del aislamiento en que la tenían las gentes. Llegaron a media noche, turbando con sus canciones y guitarreos la calma misteriosa del convento, haciendo aletear medrosos a los pajarracos albergados en las ruinas.

Felipe V quiso suprimir la Inquisición y acabar la guerra naval con las naciones musulmanas, que duraba mil años, despoblando las costas del Mediterráneo con el miedo a los piratas berberiscos y turcos. Pero los indígenas se revolvían contra toda reforma de los colonizadores, y el primer Borbón tuvo que desistir, viendo en peligro su corona.

Sorprendida su embarcación en alta mar por los piratas berberiscos, se acrecentaron sus sufrimientos bajo el yugo bárbaro de su nuevo amo; pero llegados á un puertecillo africano, el indomable barón halló modo de matar al capitán pirata en la barca que á tierra los conducía y arrojándose después al agua seguido de Simón ganaron á nado la tierra y tras mil penalidades lograron embarcarse en la galera que acababa de llevarlos á Inglaterra, no sin rico botín arrebatado con astucia á sus crueles enemigos.

Aseguraban al Monarca que era la empresa cierta ejecutándola con celeridad y secreto, porque entretenido Dragut en cabalgadas y presas hacia el interior de Berbería, no contando Trípoli con más de 500 turcos de guarnición, sin repuesto de mantenimientos; asegurado el concurso del Rey de Caraván y el de la mayoría de los berberiscos, vejados y oprimidos de los turcos, por naturaleza soberbios, injustos y avaros; y siendo difícil que á tiempo tuviera socorro Solimán de tan larga distancia, concurrirían las circunstancias contra el astuto corsario y debían de aprovecharse antes que su creciente poderío llegara á amagar otros puntos.

Ferragut había alcanzado á conocer en su pueblo muchos viejos que en sus mocedades fueron esclavos en Argel. Las ancianas cantaban aún romances de cautivas en las noches de invierno y hablaban con pavor de los bergantines berberiscos. Los ladrones del mar tenían pacto con el demonio, que les avisaba las buenas ocasiones.

Otras veces caminaban casi á ras del agua. El Tritón mostró á su sobrino cavernas olvidadas, en las que se introducía el Mediterráneo con lentas ondulaciones. Eran á modo de cuadras marítimas, donde podían anclar los buques, permaneciendo ocultos á todas las miradas. Allí habían escondido muchas veces sus galeras los berberiscos, para caer inesperadamente sobre un pueblo cercano.

Cuando los escuadrones se acercaban al bosque, mientras lo flanqueaban las mangas de mosqueteros, salió á limpiar los pozos una sección de gastadores, y los berberiscos emboscados tuvieron que avanzar antes de lo que querían, cargando la caballería con alaridos espantosos tres veces, á pesar del destrozo que hizo en ellos la arcabucería.

Vencido á poco en un combate que tuvo con los berberiscos, falto del apoyo de sus aliados, enemistado con tus hijos, te puso al borde de un precipicio, del que solo pudo arrancarte la mano de su hadjib sacando del ignorado encierro á Hescham, tu legítimo califa. Mohammad vió alzarse ante á su primo Hescham como una sombra: quiso conjurar su enojo con humildes súplicas, pero inútilmente.

Alonso de Olmedo, de una familia distinguida, natural de Talavera de la Reina, y al principio paje de Felipe III, se hizo cómico por su amor á una bella actriz, y entró á formar parte de la compañía, cuyo director era el marido de su amada. Sucedió entonces que parte de esta compañía, en un viaje á Vélez Málaga, cayó en manos de unos piratas berberiscos.

El número de infelices esclavos berberiscos, mulatos y negros que existían en Sevilla en los siglos XVI y XVII, era bastante considerable y apenas había familia regularmente acomodada que no tuviese á su servicio dos ó más de ellos, hombres, mujeres ó muchachos, entregados al servicio doméstico, ó bien á duros trabajos manuales, con escasa humanidad de sus amos.