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Actualizado: 24 de junio de 2025
Dice que mi hermano está grave... que vaya balbuceó Catalina. ¿Está tan grave? preguntó la superiora a Martín. Si, creo que sí. ¿En dónde se encuentra? En una casa de la carretera de Logroño dijo Martín. ¿Hacia Azqueta quizá? Sí, cerca de Azqueta. Le han herido en un reconocimiento. Bueno. Vamos dijo la superiora . Que venga también el señor Benito el demandadero.
Quién, como don Benito, daba fuertes taconazos en el suelo mientras las bolas corrían; quién, como don Lorenzo, se inclinaba a un lado y a otro, se torcía y se retorcía como si de sus movimientos dependiese que la bola se inclinase a un sitio u otro; quién, por fin, como don Pancho, que era pequeño y gordo, casi cuadrado, se subía de un brinco al diván después de haber empujado la bola, para mejor ver los estragos que había hecho en los palos.
Ana y S. Benito, y dentro de la iglesia, para aplacar la cólera divina manifiesta en la terrible peste que padecia la ciudad. 1443 y siguientes.
No tengo ningún amigo de mi edad: mis amigos son los jóvenes de la tuya, vivo con ellos, enamoro con ellos y escandalizo también con ellos este salón porteño en que hay muchas mujeres lindas y tanto tonto que se las lleva. Y, al terminar, don Benito me estrechó fuertemente en sus brazos y contra su pecho, y yo no pude contener las lágrimas que me saltaron a los ojos.
Viéndole tan conmovido, D. Benito, el Mayor, no quiso hablar una palabra más sobre el asunto misterioso; sin tirarle de las orejas ni andarse con cuchufletas, le despidió muy serio, con rostro compungido como acompañándole en una desgracia tan respetable cuanto desconocida para él; y después de conducirle hasta el primer tramo de la escalera, se volvió a su despacho.
«Estas cosas hay que hacerlas así, iba pensando por la calle. Si vacilo, si me estoy días y días dándome jaqueca con la idea de que esto es un crimen... a lo mejor viene el trueno gordo, D. Benito se cansa de esperar, Nepomuceno se entera del caso y... primero morir; cien veces la muerte y el infierno. A pagar, a pagar. ¿No quería secreto el señor cura? Pues ya verá qué secreto.
Don BENITO PEREZ GALDOS EN INGL
Nos dirigíamos a una de las numerosas haciendas en que está subdividida, la de San Benito, a la que llegamos cuando la noche caía y el viento fresco de la sabana abierta empezaba a hacernos bendecir los zamarros y la ruana cariñosa.
Ninguna tristeza, ninguna vergüenza le esperaba allá. Hasta se vería libre de don Benito Valls y de su hija, a los que había abandonado de un modo incorrecto, sin palabras de excusa. El rico chueta, según anunciaba su hermano en la carta, vivía ahora en Barcelona para cuidar mejor de su salud.
Reyes y le frotó las orejas con ambas manos como para entrar en calor. Fingimiento inverosímil, pues estaba la atmósfera que ardía, según el otro. ¿Qué hay, perillán? ¿A qué viene usted aquí? ¿A robarme tiempo, eh? Pues me lo pagará usted en dinero, porque el tiempo es oro. Y se reía D. Benito, encantado con su propia gracia. Sr. García, quisiera hablar con usted dos palabras....
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