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Actualizado: 11 de julio de 2025
Don Ramón consintió al fin en doblar la cantidad, pero a condición de que tal excedente se dedujese en su día de los gananciales atribuidos a su esposa en el caso de que falleciese antes que él. Corrían ya los días precedentes de la boda. Se habían cambiado los regalos y Araceli había recibido de la sociedad elegante y de la que no lo era un bazar completo de bisutería.
La viuda quería a aquellas «reliquias» como a las niñas de sus ojos y por nada del mundo las hubiera reemplazado con objetos menos frívolos y más necesarios. En aquel bazar cosmopolita, que lo mismo parecía una tienda de prendería que la de un guerrero apache, la excomandanta se agitaba y se revolvía embrollándolo todo, mandando sin ton ni son y aumentando la confusión y el desorden.
Se le metió en la cabeza que había de dar en la suya al presuntuoso Bazar del Papagayo, que está a su vera, y lo ha conseguido sin gran esfuerzo.
Esta inesperada y maravillosa trasformacion, presenta el espectáculo interesantísimo de una casta que conquista á otra casta, de un fausto que sucede á otro fausto, de una pompa que se pone en lugar de otra pompa. Ese gran bazar es el comerciante, puesto en lugar del cortesano.
Poldy tomó una resolución extrema, pero, en su caso, bastante justificada. Hizo correr la voz de que había muerto, se casó católicamente con el judío converso, y cambiando, o mejor dicho traduciendo su nombre, se vino a vivir con él a los Estados Unidos. Isidoro se trajo todo el dinero que tenía y no pequeña parte de los preciosos chirimbolos, joyas y antiguallas de su bazar.
En el gabinete próximo a la sala estaba casi constantemente la heroína de esta historia. A la izquierda de la chimenea tenía su armario de luna, mueble chapeado y de gran apariencia en los primeros días de uso, pero que pronto empezó a perder su brillo y a desvencijarse, manifestando su origen, como nacido en talleres de pacotilla y vendido en un bazar por poco dinero.
Este cuarto donde nos hallamos se llenó, como todos los años, de flores y baratijas; no se podía andar en medio de tanta chuchería de porcelana, libros preciosamente encuadernados, estuches de ébano, marcos de retrato y un sin fin de objetos de bazar.
Siguió por la Escolta y estuvo tentado de empezar á cachetes con dos agustinos que sentados á la puerta del bazar de Quiroga reían y bromeaban con otros frailes que debían estar en el fondo de la tienda ocupados en alguna tertulia; se oían sus alegres voces y sonoras carcajadas.
Es aquello un bazar oriental en que se ostentan tejidos de damasco, púrpura, oro y pedrerías en decoraciones caprichosas. El pueblo llena las calles, los jóvenes acuden a la novedad, las señoras hacen de la parroquia su paseo de la tarde.
El maestro se fue quedando también con no pocas fincas de sus deudores, y llegó a ser propietario de viñas, olivares, huertas y cortijos. Ya no esgrimía la lezna, ni se ponía el tirapié, ni se ensuciaba los dedos con cerote, pero fiel a su origen, conservaba la zapatería, donde trabajaban expertos oficiales, discípulos suyos. El magnífico bazar estaba contiguo.
Palabra del Dia
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