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Actualizado: 11 de junio de 2025
En Báden-Báden, como en las demas ciudades de la misma naturaleza, todas las seducciones del artificio y de la elegancia se unen á las de la topografía, la vegetacion, etc., para atesorar encantos que halaguen al viajero. Al penetrar bajo las bóvedas umbrías de las alamedas se cree uno en un inmenso bazar parisiense.
La historia de la cadina era cierta, mas la babucha habíala comprado él en el Gran Bazar, por mero capricho, a uno de esos viejos turcos de rostro impasible, ojos de vidrio, enorme turbante y caftán naranjado, que recuerdan todavía en la Constantinopla moderna los tiempos de Bayaceto y Solimán el magnífico.
Es tan cara dijo el mercader que acaso no quieras o no puedas pagarla; pero si tienes buena voluntad, la tela te saldrá baratísima. Acaba. Di lo que me costará la tela. Pues un beso de tu boca replicó el mercader. Enojada la dama de aquella irrespetuosa osadía, se cubrió el rostro, volvió las espaldas a Abu Hafáz y salió del bazar seguida de su sierva.
Un Gobernadorcillo de Manila para uno de provincias, es una especie de amo y se da por satisfecho con solo ponérsele en parangón, siquiera sea ante el recorte de dos varas de faldones. El Bazar Oriental y el almacén del Vivac indispensablemente son visitados.
Y en verdad que merece la pena: el arte que nació en el Oriente, que tuvo mas tarde por patria á Grecia y que por último se guareció en Roma, habita hoy en Paris. En este poderoso bazar del lujo y de la pompa, tiene en nuestros dias su templo.
Pero más aún que el bazar de objetos de arte donde tantas formas y colores, estilos e ideales artísticos la marcaban al fin y al cabo, gustaba Lucía de un puesto ambulante al aire libre, de los muchos que había cerca del Casino, situados al borde de la acera.
Vino Luis Felipe, vinieron las libertades modernas, y tendiendo á nivelarlo todo, el Palacio Real tuvo que caer, porque el Palacio Real no era otra cosa que un gran desnivel de las antiguas aristocracias. Hoy, una gran parte del fastuoso alcázar del siglo XVII, se ha convertido en un bazar inmenso.
Al día siguiente comía en casa de mi tía Medea con don Benito y mi tío Ramón. Hacíamos la crónica del baile antes de sentarnos a comer, pero, al ocupar nuestros asientos, la conversación varió de tema. Mi tía había tenido aquel día una furibunda reyerta en su Sociedad Filantrópica a propósito de no sé qué bazar en que sus colegas se habían permitido prescindir absolutamente de ella.
Era un rincón obscuro, polvoroso, lleno de cachivaches, antes apreciables al tacto que a la vista, objetos de cartón, de cuero, de metal, algo como mochilas, bayonetas, cartucheras, trozos de arreos militares, desechados por inútiles en la liquidación de un bazar de juguetes. El Majito miró y se estuvo quieto, atento. Sus ratoniles ojos veían en la obscuridad aquel montón de cosas.
Luego reconoce el eminente Ripamilán que es cierto lo que dice el mundo entero: que, contra las leyes divinas y humanas, el Magistral es comerciante, es el dueño, el verdadero dueño de La Cruz Roja, el bazar de artículos de iglesia, al que por fas o por nefas todos los curas de todas las parroquias del obispado han de venir velis nolis a comprar lo que necesitan y lo que no necesitan.
Palabra del Dia
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