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Actualizado: 15 de junio de 2025


Esos viajes te han corrompido; hasta creo que tienes muy poco de español. ¡Miren ustedes que negar lo que todo el mundo sabe, lo que enseñan hasta en las escuelas...! ¿Y los Reyes Católicos eran cualquier cosa? No necesitas libros para saberlo. Entra en el coro y verás en la sillería baja todas las batallas que los religiosos monarcas ganaron a los moros con el apoyo de Dios.

-No lo niego -respondió Sancho-, y por ahora denme un pedazo de pan y obra de cuatro libras de uvas, que en ellas no podrá venir veneno; porque, en efecto, no puedo pasar sin comer, y si es que hemos de estar prontos para estas batallas que nos amenazan, menester será estar bien mantenidos, porque tripas llevan corazón, que no corazón tripas.

El mayor obstáculo era que yo no había estado en la guerra y no podía hablar de las batallas y los sitios, que sólo conocía de oídas o por los datos vagos de los periódicos. Mira, don Oscar tiene una porción de historias y documentos de la guerra. Mañana te traigo dos o tres libros, los lees, y luego vuelvo a colocarlos en su sitio.

Todo ello viene en derechura del sur de Francia, donde hemos hecho la última campaña. ¿Cuándo esperáis ganar vosotros la centésima parte de ese botín? Rico es, á fe mía, dijo el sacamuelas. Y luego, la posibilidad de embolsarse un buen rescate. ¿No sabéis lo que pasó hace pocos años en las batallas de Crécy y de Poitiers?

Batallas, negociaciones, intrigas palaciegas, vidas y muertes de principes, cambios de dinastías, de formas políticas, á esto se reducen la mayor parte de las historias; nada que nos pinte al individuo con sus ideas, sus afectos, sus necesidades, sus gustos, sus caprichos, sus costumbres; nada que nos haga asistir á la vida íntima de las familias y de los pueblos; nada que en el estudio de la historia nos haga comprender la marcha de la humanidad.

¡Cuánto siento que no esté aquí el señor de Santorcaz! me dijo Marijuán, al ver pasar por delante de nosotros a aquellos hermosos soldados, medio muertos de fatiga y de vergüenza . ¿Te acuerdas de las grandes bolas que nos contaba cuando veníamos por la Mancha y nos refería las batallas ganadas por éstos contra todo el mundo?

Dejad que esa nueva sangre anime nuevas formas; dejad que los almohades terminen en Sevilla el gigantesco ensayo del arte que se proponen sustituir al arte de los Umeyas ; dejad que entre tanto las dos grandes monarquías enemigas que ya no caben juntas en España desahoguen su plétora en las sangrientas batallas de Alarcos y Muradal; y entonces será tiempo de decidir cuál de estas dos nacionalidades tan llenas de vida, tan pródigas de su sabia, tan épicas en sus hechos, ha de quedar dueña esclusiva de las hermosas ciudades del Guadalquivir, con sus usos, sus artes, su lengua y su .

Educado para las batallas del presente, tuvo por armas las convicciones de antaño, fuertes por lo sinceras, pero quebradizas por lo viejas. Llegada la época de abandonar el Seminario, el obispo le llamó a su despacho, y le habló de esta, suerte: «Vamos a separarnos.

-Verdad será que él debía de ir caballero, como vuestra merced dice -respondió Sancho-, pero hay grande diferencia del ir caballero al ir atravesado como costal de basura. A lo cual respondió don Quijote: -Las feridas que se reciben en las batallas, antes dan honra que la quitan.

Vencía a los moros en innúmeras batallas, brindaba a la España el reino de Nápoles o el imperio de Moctezuma; y, por fin, de pie en el castillo de una nave inverosímil, destruía para siempre toda la flota del turco, en un nuevo Lepanto prodigioso, que su imaginación soñaba según las estampas.

Palabra del Dia

rigoleto

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