United States or French Polynesia ? Vote for the TOP Country of the Week !


Vemos largas y dilatadas llanuras; y recordamos al punto hechos de guerra, batallas sangrientas, ejércitos que se estrellan contra otros ejércitos como las olas del mar contra la playa.

Los vendedores de periódicos pregonaban terribles batallas en el centro de Europa: ardían las ciudades bajo el bombardeo, morían cada veinticuatro horas miles y miles de seres humanos... Y él no leía nada, no quería saber nada.

Para eso se publica La Edad de Oro: para que los niños americanos sepan cómo se vivía antes, y se vive hoy, en América, y en las demás tierras; y cómo se hacen tantas cosas de cristal y de hierro, y las máquinas de vapor, y los puentes colgantes, y la luz eléctrica; para que cuando el niño vea una piedra de color sepa por qué tiene colores la piedra, y qué quiere decir cada color; para que el niño conozca los libros famosos donde se cuentan las batallas y las religiones de los pueblos antiguos.

Dicen que la Junta de Sevilla ha armado un gran ejército con las tropas que estaban en San Roque. ¿Saben ustedes lo que es San Roque? Pues es como si dijéramos...; supongan ustedes que aquí está Gibraltar, pues aquí cerquita está San Roque. Este D. Santiago lo sabe todo. Ya, como quien ha visto tantas tierras y ha estado en tantas batallas.

Bien así es justo que el piloto para entrar en la batalla de la navegación, donde no menos peligros que en las otras batallas suele haber, tenga las armas con que se ha de defender que son sus instrumentos, bien aparejados y ciertos, y su caballo que es el navío... Dos cosas deben tener los instrumentos de la navegación: una que sean ciertos, y otra que sean polidos e muy bien hechos, y que el piloto se precie de tenellos tales.

El ministro continuaba citándole frecuentemente a su despacho con otros diputados de la mayoría, y allí, mano a mano y como en familia, se contaban las fuerzas y se discutían las batallas que, por de pronto, necesitaba dar el Gobierno, sin perjuicio de otras más rudas que tendría que librar más adelante. No se apuraba don Simón por esto, pues no paraba mientes en tan poca cosa.

Todo lo que usted me dijo ayer sobre los cuadros de batallas, me pareció extraño y peregrino, hasta maravilloso, porque en aquellos cuadros veia yo una pintura desembarazada y atrevida, nada más.

Nada le decía de aquellas grandes batallas que le obligaba a ganar en el extremo Oriente, en las que ella le asistía haciendo el papel de reina consorte, con arranques de amazona. Algunas veces le propuso, hablándole al oído, viajes muy arriesgados a países remotos que él ni de nombre conocía.

Desde que viven en la esclavitud, van mucho los anamitas a sus pagodas, porque allí les hablan los sacerdotes de los santos del país, que no son los santos de los franceses: van mucho a los teatros, donde no les cuentan cosas de reír, sino la historia de sus generales y de sus reyes: ellos oyen encuclillados, callados, la historia de las batallas.

Un volumen de comedias suyas hubo de publicarse en Valencia. La única que conocemos, El hijo de las batallas, adolece de poco gusto, aunque demuestra que su imaginación era grande, aunque extraviada .