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Actualizado: 15 de junio de 2025
El uno, general victorioso en no sé qué batallas, que la Historia olvidadiza habrá registrado en sus páginas inmortales, antiguo cosechero de tabaco, hombre nulo, cuyo habilidad consistió en rodearse de media docena de ambiciosos villaverdinos, los cuales le encumbraron, a fuerza de charlatanismo y demasías, hasta donde propios méritos y altas dotes de inteligencia nunca le hubieran elevado.
Los mozos, que no sabían de burlas, ni entendían aquello de despojos ni batallas, viendo que ya don Quijote estaba desviado de allí, hablando con las que en el coche venían, arremetieron con Sancho y dieron con él en el suelo; y, sin dejarle pelo en las barbas, le molieron a coces y le dejaron tendido en el suelo sin aliento ni sentido.
El frente de batalla era inmenso: ¿quién podía adivinar el final?... Allí se retiraban y en otros puntos los compañeros estarían avanzando con un movimiento decisivo. Hasta el último instante ningún soldado conoce la suerte de las batallas. Lo que les dolía á todos era verse cada vez más lejos de París. Don Marcelo vió brillar un redondel de vidrio.
En estas batallas de viva voz, un versolari iniciaba el tema, seguro de que al momento surgiría la contestación de sus rivales; y así, prolongándose el razonamiento de unos á otros, agarrando cada cual el hilo de la interminable canturria donde lo abandonaba el enemigo, hacían pasar al público embobado horas enteras.
Pero pasemos á estudiar una cosa más bella, más fecunda, más predestinada: la escuela de Vernet, del gran Vernet. Este pintor se dedicó casi exclusivamente al género de las batallas; pero no de las batallas antiguas que eran como una especie de divinizacion de la guerra, el sacrificio de la caridad que nos debemos todos, hecho en aras de un señor opulento ó de un tirano.
Existe ademas un gran número de teatros pequeños donde hacen sus habilidades los discípulos de Cagliostro, los Macallisters et tutti quanti. En el Hipódromo, próximo al arco de la Estrella, se parodiaban en 1854 las batallas de la guerra de Oriente, pero con suma precision y verdad.
Se habló de sus batallas, de sus proezas, de su modestia, que le hizo rehusar los títulos y el collar con que quiso agraciarle Luis XIV, y sobre todo de su extraordinaria suerte. Porque salido de la nada, pues era hijo de un pobre impresor, de simple soldado llegó a la elevada categoría de mariscal.
Recuerdo bien nuestras famosas batallas, aunque siempre las veía de lejos. ¡Lo que sentí muchas veces no haber aprendido á montar á caballo desde mi niñez, no ser hombre de campo, para improvisarme general lo mismo que los otros!... ¡Quién sabe si lo habría hecho mejor!... Las tales batallas podían ser tituladas así porque tomaban parte en ellas veinte mil ó treinta mil hombres.
Mi púrpura vestidle y que en Granada entre á la par conmigo, y á mi diestra: con mi estandarte Real en las batallas, á mi lado de hoy más lidiar le vean, y en su poder y en su favor conmigo honrado premio y merecido tenga: y ¡sús! á recoger, que ya el cristiano ha pasado en desórden la frontera, y á Granada llevemos la victoria y del vencido la perdida presa.
En aquel instante, entre los veinte mil hombres que, formando dos grandes conjuntos, se disputaban unas cuantas varas de terreno, yo era quizás el único que merecía el nombre de individuo. Átomo disgregado momentáneamente de la masa, se ocupaba de sus propias batallas.
Palabra del Dia
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