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Actualizado: 18 de octubre de 2025
Yo le compraré a él muchas velas afirmó Jacinta . ¿Verdad, hijo, que tú quieres velas? Lo que él quería principalmente era que le llenaran la barriga, porque volvió a dar aquellos bostezos que partían el alma. «A comer, a comer» dijo Benigna, convocando a toda la tropa menuda. Y los llevó por delante como un hato de pavos.
<i>Frailes</i>... Atención continuó el lector . Una especie de animales viles y despreciables que viven en la sociedad a costa de los sudores del vecino en una especie de café-fonda, donde se entregan a todo género de placeres y deleites, sin más que hacer que rascarse la barriga.
La barriga de ese infeliz era anoche como un tonel... Y ya le han dado tres barrenos; pero el de ayer con tan mala fortuna, que no le sacaron más que medio litro, y dicen que tiene en aquel cuerpo la friolera de catorce litros... ¡Qué humanidad, Dios mío! Fortunata pasó a la otra sala, y a poco volvió diciendo que Mauricia dormía profundamente.
Una de dos: o sería hechura de Primitivo y entonces estábamos en lo mismo, o Primitivo le largaría un tiro en la barriga.... Y si hemos de decir verdad, Primitivo no es mayordomo.... Es peor que si lo fuese, porque manda en todos, incluso en mí; pero yo no le he dado jamás semejante mayordomía.... Aquí el mayordomo fue siempre el capellán.... Ese Primitivo no sabrá casi leer ni escribir; pero es más listo que una centella, y ya en vida del tío Gabriel se echaba mano de él para todo.... Mire usted, lo cierto es que el día que él se cruza de brazos, se encuentra uno colgadito.... No hablemos ya de la caza, que para eso no tiene igual; a mí me faltarían los pies y las manos si me faltase Primitivo.... Pero en los demás asuntos es igual.... Su antecesor de usted, el abad de Ulloa, no se valía sin él; y usted, que también ha venido en concepto de administrador, séame franco: ¿ha podido usted amañarse solo?
¿Qué os pasa, arquero? gritó Roger corriendo tras él y echándole mano al coleto. ¿Á dónde váis? Á Munster. ¡Suelta, muñeco! Pero ¿qué váis á hacer allí? Meterle seis pulgadas de hierro á tu hermanito en la barriga. ¡Cómo! ¡Insultar á una doncella inglesa y azuzar los perros contra su hermano! Pues ¿para qué tengo yo esta espada?
Ningún cenobita de los antiguos tiempos tuvo jamás barriga prominente ni mofletes rubicundos, aunque al retirarse de la sociedad para vivir angélicamente en el desierto, estuviese reventando de puro gordo.
Su marido se bebe casi todo el jornal, y a mitad de semana, ¡claro! tiene la infeliz que apretarse la barriga... ¡Válgate Dios! Y las más de las noches viene borracho perdido a casa, y le da cada sopimpa que la deja por muerta. ¡Cuántas veces se va la pobrecilla a la cama sin cenar y harta de palos!... Luego quieren que una, viendo estas cosas... ¡Vaya, más vale callar!
Por eso no se comprendía bien la significación del principio de aquella oda de Píndaro: Alto don es el agua. Antes al contrario, el agua era mirada con horror y con miedo, como causa de los mayores males, sobre todo para las personas de cierta edad. De aquí el refrán hidrofóbico tan acreditado: De cuarenta para arriba, ni te cases, ni te embarques, ni te mojes la barriga.
Para escribir lo poco que escribía a su hermano, tenía que ingeniarse metiendo la barriga debajo de la mesa, y aun así apenas alcanzaba con la mano al papel.
Poca cosa dijo Tres Pesetas, que era el más atrevido. No más que abrirle un tragaluz en la barriga pa que salgan á misa las asaúras. Vamos, marchaos á vuestras casas dijo el militar con mucha entereza: yo le defiendo. ¿Usía? Sí, yo. Marchaos, yo respondo de él. Pues sino ize ¡viva la...! Dí ¡viva la Constitución! exclamaron todos á la vez, menos Calleja, que se estaba riendo como un idiota.
Palabra del Dia
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