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Actualizado: 18 de junio de 2025


Y no por falta de prisa, en verdad, que por no detenernos las habíamos dejado la mitad de lo que ellas se tenían dentro, y nos las comimos las más como se las traía hechas el cochino en la barriga.

Lo mismo hace al hombre y otra cosa Una horrenda culebra, que es nombrada Curiyú; muy grande y espantosa, De largo, y de grosor descompasada. Lo que ha comido y traga no lo bosa, Ni echa por abajo: mas posada En tierra la barriga, se abre y echa Aquello que de nada le aprovecha.

Los niños blancos parecían como perdidos dentro de pantalones viejos de sus padres y sus pies se movían sueltos en el interior de enormes zapatos. Los indígenas llevaban una simple camisita ó iban con la barriga al aire, resaltando sobre su curva achocolatada el amplio botón del ombligo.

El trabajo de ellos se reduce á tomar yeguas y potros silvestres, cazar zorrillos, leones, tigres y venados, de cuyas pieles hacen las indias quiapís y guasipicuás, y de las plumas de avestruz hacen plumeros, siendo ellas las que todo lo trabajan, pues les dán de comer, cargan las cargas, mudan los toldos y los arman: y aunque las vean los indios, quienes están echados de barriga, no se mueven á ayudarlas en nada; antes , si es poco sufrido, se levanta, y con las bolas que nunca las dejan de la cintura, le dan de bolazos, y á esto no llora ni se queja la india.

Como yo había oído que el aguardiente es bueno pa quitar el dolor de barriga, poniendo por fuera unos paños bien empapaos en ello, calenté en una sartén como medio cuartillo; y cuando estaba casi hirviendo, llevélo así á la cama onde se estaba revolcando la muy bribona. Pues, amigo... tocante á eso... ¿qué te diré yo?

Luego, en el lado opuesto, dio el mismo consejo con voz queda y ojos relucientes de entusiasmo. «A los pies, compañero. Tírele a los pies, y le mete la bala en la barriga. Yo algo de esto...» Los dos le agradecieron su bondadosa indicación con un leve saludo.

Por supuesto que en muchas ocasiones la barriga era de pega, es decir, rollo de trapos; pero ni guardián ni portero podían meterse a averiguarlo. Para ellos vientre abovedado era pasaporte en regla. Y de los conventos de frailes pasaban a los monasterios de monjas; y de cada visita regresaba a casa la niña del antojo provista de ramos de flores, cerezas y albaricoques, escapularios y pastillas.

Y lo voy a hacer, , lo hago y me cuelgo si no me miras y me dices algo... Cojita graciosa, enanita remonona, mira, oye: si quieres que te quiera más que a mi vida y te obedezca como un perro, hazme un favor que voy a pedirte; tráeme nada más que una lagrimita de aquella gloria divina que tienes, de aquello que te recetó el médico para tu mal de barriga... Anda, ángel, mira que te lo pido con toda mi alma, porque esta penita que tengo aquí no se me quiere quitar, y parece que me voy a morir.

Y, como la borrica sentía la punta del aguijón, que le fatigaba más de lo ordinario, comenzó a dar corcovos, de manera que dio con la señora Dulcinea en tierra; lo cual visto por don Quijote, acudió a levantarla, y Sancho a componer y cinchar el albarda, que también vino a la barriga de la pollina.

Pero pa entonces, yo quiero saber quién es el guapo que saca las ánimas del Purgatorio... Ya, ya se pudrirán allá las señoras almas, sin que la cristiandad se acuerde de ellas, porque... a que no me digan: el rezo de los ricos, con la barriga bien llena y las carnes bien abrigadas, no vale... por Dios vivo que no vale».

Palabra del Dia

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