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Actualizado: 3 de mayo de 2025


Mas, para ella que sólo se mueve con el auxilio de sus ondulantes cabellos, esos dos pasos eran una barrera infranqueable. Expuesta á los rayos de aquel sol abrasador, era de creer que no tardaría en quedar disuelta, absorbida, evaporada. Nada más efímero, más fugitivo que esas hijas de los mares.

Acababa diciendo que cuando recibiese aquella carta, ella ya estaría separada del mundo por una barrera que no es posible franquear cuando se ha cerrado tras de y que iba a entrar en la vida religiosa. Carlos leyó muchas veces la carta con la misma resignación.

Sintió Edwin una tierna conmiseración por los dos amantes, un deseo de protegerlos, de facilitar su entrevista, y para ello dejó caer sobre la mesa uno de sus brazos, colocándolo de modo que fuese como una barrera entre el ángulo donde quedaba la pareja con el grupo de servidores forzudos y todo el resto de la planicie.

D. Cayetano Alberto de la Barrera, Hartzenbusch, Asensio, y don José Sánchez Arjona últimamente en sus Anales del teatro en Sevilla, al ilustrar la vida de Lope de Vega, se han ocupado de su estancia en nuestra población, á la cual he dedicado un recuerdo en las anteriores líneas, como he de hacerlo á otros hombres ilustres por cualquier concepto que visitaron nuestra ciudad.

Enrique, que vestía una chaquetilla elegantísima de terciopelo color granate, en los comienzos de la lidia dio, como sus compañeros, ejemplo de prudencia y circunspección. Rodeó, , infinitas veces la plaza, pero fue, casi siempre, por detrás de la barrera, y cuando lo hizo por delante, era tan cerquita de ella, que a cierta distancia parecía por detrás.

Asaz bajo, al nivel del mar, defiéndelo únicamente de él una montaña de morrillos, barrera cuyo ingeniero es la tempestad, la cual va amontonando continuamente nuevas capas de guijarros. Nada de abrigo. Por lo tanto, hay necesidad, según la antigua y ruda costumbre celta, de subir todas las barcas que llegan al malecón por medio de una cuerda que se enrolla á un cabrestante.

Pero fue con toda calma, montando sobre la barrera como si estuviesen impedidos de las piernas, y bajándose después poquito a poco; parecía que iban a entrar en un baño de agua fría. Uno de ellos tuvo la audacia de separarse como cinco o seis pasos del tablero, y llamar la atención del novillo con el capote.

El toro volvió a embestir y el joven lo esquivó segunda vez, con un recorte a la izquierda, siguiendo del mismo modo hasta llegar cerca de la barrera.

El animal se detuvo en seco, suspendió un momento los movimientos de su cola, y miró con extrañeza a su alrededor... Después, a pasos lentos, dio la vuelta a la barrera que separaba la arena de los espectadores, buscó una salida, y no encontrándola, volvió al centro del ruedo, y allí comenzó a afilar sus cuernos y a levantar con ellos torbellinos de arena.

«¡Mardita sea!...» ¡Tan bien como se presentaba la corrida, y reservarle la mala suerte este toro, que él mismo había escogido por su buena estampa, y que al pisar la arena resultaba mansurrón!... Excusábase por adelantado de lo defectuoso de su trabajo, hablando con los inteligentes que ocupaban las delanteras de barrera. Se hará lo que se puea, y na más decía levantando los hombros.

Palabra del Dia

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