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Actualizado: 22 de junio de 2025
Desde aquel instante, yo, Rodrigo Moncénigo, barbero del Rey, fui restablecido en mis funciones, así como en los derechos y honores de mi cargo. Habiéndose hecho llevar la Reina una cruz de Calatrava, con el permiso de su augusto esposo, la puso, con su propia mano, en el pecho de Farinelli. Ahí tiene usted continuó el barbero mirando al marqués de Priego cómo fue condecorado el músico.
-Pues vayan todos al corral -dijo el cura-; que, a trueco de quemar a la reina Pintiquiniestra, y al pastor Darinel, y a sus églogas, y a las endiabladas y revueltas razones de su autor, quemaré con ellos al padre que me engendró, si anduviera en figura de caballero andante. -De ese parecer soy yo -dijo el barbero. -Y aun yo -añadió la sobrina.
La maledicencia de la gran aldea es como la calumnia del Barbero de Sevilla: del venticello pasa al huracán y ¡ay de aquel que se encuentre envuelto en la ráfaga!
En estas pláticas se entretuvieron el caballero andante y el mal andante escudero, hasta que llegaron donde, ya apeados, los aguardaban el cura, el canónigo y el barbero.
Mas el barbero, que ya había dado en el mesmo pensamiento que el cura, preguntó a don Quijote cuál era la advertencia de la prevención que decía era bien se hiciese; quizá podría ser tal, que se pusiese en la lista de los muchos advertimientos impertinentes que se suelen dar a los príncipes. -El mío, señor rapador -dijo don Quijote-, no será impertinente, sino perteneciente.
Llame usted a un barbero o a un ebanista, pero no llame usted a un gran cirujano. El gran cirujano le considerará a usted el apéndice así como un virtuoso del violín puede considerar la Sonata de Kreutzer, y de una manera muy artística, le matará a usted... Yo he visto trabajar una vez a un virtuoso de la cirugía.
Pablito, cuyo rostro ya sin jabón estaba tan blanco como cuando lo tenía, dejó escapar aquí un jipido tan extraño y doloroso, que Piscis que venía observando con ojos recelosos al barbero, saltó repentinamente sobre éste y le sujetó los brazos. Pablo se levantó entonces de un salto. El dueño y los mancebos y todos los parroquianos gritaron a un tiempo: ¿Qué es eso?
«Pero no hay como ser bruto para llegar a rico», según decía el barbero Cupido al hablar de don Matías. Poco a poco fue lanzándose en la exportación de la naranja a Inglaterra. Compró a crédito las primeras partidas y comenzó a soplar para él la racha de loca suerte que todavía duraba. Su fortuna fue cosa de pocos años.
Un caso contarè yo verdadero, Que casi me reí, que aqueste dia Corriendo por la calle vi un barbero, Que al punto del temblor sangrado habia A un hombre, que tras él saliò ligero, Aunque la sangre roja le salia: El barbero perdió aquí su lanceta, Y al enfermo el temblor la vena aprieta.
Sancho dijo que entrasen ellos, que él esperaría allí fuera y que después les diría la causa por que no entraba ni le convenía entrar en ella; mas que les rogaba que le sacasen allí algo de comer que fuese cosa caliente, y, ansimismo, cebada para Rocinante. Ellos se entraron y le dejaron, y, de allí a poco, el barbero le sacó de comer.
Palabra del Dia
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