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Nunca debía levantarse del suelo ni abrir el pico. Es como esos buenos mozos que pierden mucho cuando hablan. Después, en casa, leo, toco el piano, tarareo la ópera que se va a dar en el Colón, me entero de lo que dicen los diarios, de los noviazgos, de las reuniones, bailes y fiestas.

Por la noche nadie sabe qué hacer de su persona. ¿Hay aquí bailes, tertulias, teatros? ¿Reciben las familias? ¡Qué han de recibir! A las ocho de la noche se encierran a piedra y lodo, y las que no lo hacen.... Pase usted, y verá cómo están las niñas durmiéndose en la sala, muriéndose de fastidio y desesperación. ¡Separe usted los sexos, y ya verá usted, ya lo verá!

Resplandecía también en los lagares y esfoyazas por la oportunidad y donaire de su lengua; en las danzas por su extremada voz y el variado repertorio de sus romances, en los bailes por la destreza de sus piernas, por su aire gentil y desenvuelto. Pero mejor que en parte alguna resplandecía en cualquier rincón solitario al lado de una bella.

Esta exquisita conciencia de los deberes, que la naturaleza ha escrito con caracteres indelebles en los corazones dignos, se revelaba aún de modo más claro y conmovedor con ocasión de los bailes de confianza que el Casino de Lancia daba cada quince días durante el invierno.

Pero me sentía tan feliz, viéndole y habiéndole, que en aquel momento, esta pequeña decepción pasó por mi alma sin herirla. El señor de Couprat nos hizo saber que habría varios bailes en el mes de Octubre. Me alegro respondió Juno. Me enseñarás a bailar le dije saltando sobre mi silla. Pido que se me permita ser el profesor exclamó Pablo de Couprat.

Pero, como va insinuado, no nos referimos a estas planchadoras, sino a las otras, a las señoritas que, en sentido figurado, se aplica este mismo sustantivo, cuando en los bailes, fiestas y saraos, se ven relegadas o poco atendidas por los caballeros. Quedarse «planchando»... Nada aflige tanto a una muchacha, ni le da una impresión más completa de su poquedad, de su insignificancia en el mundo.

Confieso que no he visto nada parecido desde los días de mis vanidades, allá en mis tiempos juveniles, cuando consideraba inestimable favor ser admitido en los bailes de disfraces de la Corte. Había entonces un enjambre de estas pequeñas apariciones en los días de fiesta. ¿Pero cómo ha entrado este huésped en mi antecámara? , en efecto, exclamó el buen anciano Sr.

Nuestra marcha por Cañete de las Torres en dirección al río Salado era un verdadero paseo triunfal, mejor dicho, casi no parecía que marchábamos, porque la gente de los pueblos, incluso mujeres, ancianos y chicuelos, nos seguían a un lado y otro del camino, improvisando fiestas y bailes en todas las paradas.

No gozo un solo instante de libertad: mis siervas espían mis mas inocentes acciones; los eunucos que de noche velan mi sueño, las almeas que crees destinadas tan solo á divertirme con sus bailes, las tellaks que te imaginas consagradas esclusivamente á mi servicio en el baño, son, sin sospecharlo tal vez, los ciegos instrumentos de la tiranía marital.

Un día, en uno de estos bailes, Morales, que era el menos listo de los dos pero el más dispuesto á la pelea, metió su espada por el vientre de cierto individuo que se empeñaba en danzar con la misma moza que él, echándole las tripas afuera. Aquí no ha pasado nada. ¡Siga la fiesta! Se llevaron al muerto.