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Actualizado: 12 de mayo de 2025
Oye, pues, Florela amiga, y dime lo que de esta carta juzgas, y ayúdame con tu ingenio, que yo estoy tan turbada, tan confusa y tan cobarde, que, como ya te he dicho, no sé qué haga, ni qué deje de hacer, ni qué espere, ni qué tema.
EL MORENO 1074 a los pájaros cantores ninguno imitar pretiende; de un don que de otro depende naides se debe alabar, pues la urraca apriende a hablar, pero sólo la hembra apriende. 1075 Y ayúdame, ingenio mío, para ganar esta apuesta; mucho el contestar me cuesta. Pero debo contestar; yoy a decir en respuesta cuál es el canto del mar.
¡Qué sol más antipático! murmuró, todo debiera estar de duelo, como lo estoy yo! ¡Qué hacer, qué hacer, Dios mío! ¡Virgen de Luján, ayúdame!
Sólo Dios entiende aquella zampoña y la manera de templarla. Pues la he visto contenta, sí señora, y es porque da en figurarse cosas buenas. Más vale así. Es de las que se creen todo lo que fabrican ellas mismas en su cabeza. De este modo, son felices cuando debieran ser desgraciadas. Pues si le da por lo contrario, ayúdame tú a sentir... ¿Y estaba sola, enteramente sola con la chica?
Ester Prynne, gritó con penetrante vehemencia, en el nombre de Aquel tan terrible y tan misericordioso, que en este último momento me concede la gracia de hacer lo que, con grave pecado y agonía infinita me he abstenido de hacer hace siete años, ven aquí ahora y ayúdame con tus fuerzas. Préstame tu auxilio, Ester, pero deja que lo guíe la voluntad que Dios me ha concedido.
Dios Nuestro Señor ha elegido mi cabeza inocente para que sobre ella caigan las culpas de otros. A mí no puedes engañarme... Llega y ayúdame a levantar la sepultura... No tardaré en morir, y si tardase os faltaría paciencia para esperar... Porque no acabéis en la horca he pensado repartiros mis bienes.
Este perverso y agraviado anciano se opone á ello con todo su poder, con todo su propio poder y el del enemigo malo. ¡Ven, Ester, ven! Ayúdame á subir ese tablado. En la multitud reinaba la mayor confusión.
En oyendo esto don Quijote, dijo a su escudero: -Ten aquí, Sancho, hijo, ayúdame a desnudar, que quiero ver si soy el caballero que aquel sabio rey dejó profetizado.
Es la aorta... Yo tengo una aneurisma, y el mejor día, plaf... revienta...». No seas aprensivo... Si no leyeras librotes de Medicina no se te ocurrirían esos disparates opinó ella sacándole los pantalones. Quedose con las piernas tiesas, en calzoncillos, esperando a que su mujer le quitara también las botas. «Dios te lo pague, hija de mi vida. Ayúdame, que bien lo necesita tu pobre marido.
Dios poderoso, ayúdame en esta empresa». Cuando yo decía esto te me presentaste tú. ¿Y cuál es tu intención? Yo dudaba si salir o no. Era una locura salir... ¿Qué hubiera podido lograr sola? Nada. Ahora es distinto.
Palabra del Dia
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