Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 21 de mayo de 2025


»¿Conque, el doctor Avrigny está en camino de desligarse de la mísera existencia antes que yo? ¡Siempre ese hombre me ha de aventajar en todo! ¡Magdalena nos aguardaba a los dos y el que pretendía amarla con más vehemencia será el último en reunirse con ella!

Magdalena pareció tranquilizarse a costa de un gran esfuerzo y preguntó por el cura. Ya ha venido respondió el señor de Avrigny. Quiero verle en seguida dijo Magdalena. Entonces su padre envió a llamar al sacerdote, que no tardó en presentarse.

El señor de Avrigny no se había equivocado en sus presunciones: de Ville d'Avray a París, había aún poca distancia. «Me ruega usted, Antoñita, que la entere de todos los pormenores relativos a la convalecencia de Magdalena, y me explico su curiosidad: no le basta saber que está mejor, sino que quiere saber cómo ha recobrado la salud.

Abandonó su asiento, dio unos paseos por la habitación presa de viva inquietud, se detuvo ante una papelera, sacó del bolsillo una llavecita, y tras una corta vacilación abrió con ella un mueble y extrajo de él un cuaderno. Aquel cuaderno era el diario del doctor. En él escribía el señor de Avrigny todo cuanto le pasaba cotidianamente, lo mismo que hacía Amaury en el suyo.

Cuando a las seis y media José entró a anunciar que en el patio aguardaba la silla de posta de Amaury, que acababa de llegar, y la del doctor, que ya estaba esperando hacía rato, el señor de Avrigny se sonrió; Amaury lanzó un suspiro y Antonia palideció densamente.

Así las cosas, acababan de cumplir, Magdalena veinte años y Amaury veintidós cuando cambió súbitamente el humor del doctor Avrigny que comenzó a mostrarse grave y severo desde entonces.

Tenía Raúl la costumbre de ir todas las mañanas a ver a un amigo que vivía frente a la casa del doctor Avrigny, y fumar en su compañía un cigarrillo mientras tenían un rato de conversación.

No quiso preguntarle nada a Amaury, porque, según su modo de ver las cosas, exigíale su dignidad que le pusiera mala cara; pero Leoville no advirtió nada de esto, porque no se acordaba ya de la existencia de su antiguo amigo. El señor de Avrigny, que estaba enterado de las atenciones o interés de Felipe, le dio las gracias mientras le estrechaba la mano cariñosamente.

Querido Amaury repuso el doctor, siempre he creído, que una vez ya arregladas contigo las cuentas de la tutela, quedábamos en paz. Pues se equivoca usted, señor de Avrigny replicó Amaury, porque al menos yo no creeré nunca haberle pagado.

Acababa de abrirse la puerta y el doctor salió del cuarto de su hija. El sombrío semblante del señor de Avrigny adquirió una expresión de severidad terrible al ver a Amaury ante . El joven sintió que sus piernas flaqueaban y cayó de hinojos pronunciando con ahogada voz esta palabra: ¡Perdón!

Palabra del Dia

commiserit

Otros Mirando