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Actualizado: 23 de junio de 2025
Ora se arrastra entre la hierba verde, luego sube, y por do subió más muerde. En esto llegó a los dos primeros otro interlocutor de prolongadísima persona y mala catadura, color entre cerote y hollín, y ojos hundidos, aunque relucientes, con ciertas binzas de sangre, que venía montado en alta mula burdégana, tan aviesa y resabiada como su amo.
En el curso de ella, á ruegos de Don Mendo y con su apoyo, solicita el viejo Lope el indulto de su hijo. Este vuelve á la casa paterna, y el amor enlaza pronto su corazón con el de Violante; pero la índole aviesa del joven Lope no se refrena por esto, sino, al contrario, se manifiesta sin tardanza tal cual es, en pendencias y en todo linaje de excesos.
El ex-castrense se llamaba Quevedo y era del propio Perchel, feo como un susto, picado de viruelas, de mirada aviesa y con una cara de secuestrador, que daría espanto al infeliz que se la encontrase en mitad de un camino solitario. Bebía aguardiente aquel clérigo como si fuera agua, y su lenguaje era un ceceo con gargarismos.
Como las provincias limítrofes de Bearne y del Languedoc se consideraban como el asiento de las herejías de albigenses y hugonotes, y tuvieron fama aviesa, no es extraño que cuanto proviniera de ellas se mirase con malos ojos en la patria de la ortodoxia exclusiva.
En casa le tenian hospedado, Nacido era en la villa de Oropesa; Del pobre Gil Gonzalez regalado, Comiendo de ordinario en propia mesa; Empero de sus padres mal criado, Y así de condicion mala y aviesa, Por sus grandes delitos y malicia Desterrado le habia la justicia.
Invitamos a algunas muchachas de aire equívoco a tomar algo en los cafés y tabernas; pero al vernos borrachos huían. Aburridos, cansados, dimos con nuestros cuerpos en una tienda de montañés próxima a la Puerta del Mar. Aquella noche hice yo un gasto de cólera y de rabia inútil. Al entrar en la taberna vi a un hombre moreno, mal encarado, que me miraba de una manera aviesa. Debía de ser un matón.
El temperamento sombrío, extravagante, fanático de los Gayoso se ha ido exaltando en él poco a poco con el roer incesante del remordimiento; ha trastornado su imaginación, ha enervado su escasa actividad y ennegrecido su existencia. Le molestan los hombres. En todas las miradas piensa ver hostilidad; en las frases más inocentes, alguna aviesa intención que hace hervir su sangre de coraje.
Y de repente se echó a reír. ¡Por vida de! exclamó; no le hemos dado mal sofocón a Miguel el Negro. ¡Vamos, vamos! repetí. ¡Y no es malo tampoco el que le espera! añadió con aviesa sonrisa que acentuó las arrugas de su atezado rostro. Corriente, joven, volveremos a Estrelsau. El Rey estará otra vez mañana en su capital. ¿El Rey? ¡El Rey coronado hoy! ¿Está usted loco? exclamé.
El rostro es vulgar, aviesa la mirada, la musculatura recia, pero no hay en toda su persona rasgo ni línea que revele carácter sobrehumano, ni siquiera heroico. Creen unos biógrafos de Velázquez, que la Venus del espejo, es el mismo cuadro de Psiquis y Cupido, que se sabe hizo para el Salón de los espejos: otros dicen que es una obra distinta.
Estupenda filisberta toledana, tenía entre las rodillas, apoyándose las manos en ella, una daga flamenca le parecía en la cintura, y en su traza picaril y en su catadura aviesa y maligna, cualquiera le juzgara de la genealogía y linaje de los famosos Rinconete y Cortadillo.
Palabra del Dia
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