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Actualizado: 7 de octubre de 2025
Jugó el telégrafo; supo el Gobierno que acababa de hacer la adquisición de «uno de los personajes más importantes del país»; dijéronlo así al punto los periódicos oficiosos de la corte; súpolo toda España; desapareció la candidatura del pobre aventurero, a quien se dió en pago una credencial de primera, que es cuanto él ambicionaba, y se le dijo a don Simón: Puede usted ir a descansar tranquilo.
Aunque parece milagro, la criatura salió adelante; tal vez el clima vigoroso de la montaña se encargó de subsanar las deficiencias de la cría. La Tierra amamantó con sus ubres a este aventurero.
Entre los dramáticos del tiempo de Carlos II, ha de incluirse también á D. Fernando de Valenzuela, ese sagaz aventurero tan favorecido por la Reina madre, Doña María Ana de Austria.
Hay allí ese espíritu aventurero, esa galantería varia y confusa, esa poesía melancólica, apasionada, infantil, inocente, pero arrebatadora, de los edificios de la edad media, ora sea un templo, ora un palacio, ora un castillo, ora una cárcel.
Reconocía al pasar cada uno de los sitios por donde había paseado con sus agitaciones de joven ambicioso, edificando sus ensueños de fortuna y de ascenso en su carrera. En aquellos tiempos se sentía lleno de confianza en sí mismo, se lanzaba por los caminos del porvenir con la intrépida audacia de un aventurero que marcha a la conquista del becerro de oro.
Me parece que abriga la idea de vengarse en la pobre Mabel. Mejor es que no trate de ofenderla exclamó ferozmente. Tengo que cumplir la promesa que le hice al pobre Burton, y la cumpliré. ¡Sí, juro por Dios que lo haré! al pie de la letra. Buen cuidado tendré de que no caiga en las manos de ese aventurero. Ella le teme anticipadamente. ¿Por qué será? Por desgracia, no quiere decírmelo.
Volví a insistir con mi madre para que recogiese a la huérfana, pero ella se negó en redondo. No creía que fuera su sobrina, sino la hija de un aventurero; sabe Dios de quién. Entonces fuí a ver a Cashilda, la mujer de Recalde, e hice un convenio con ella de pagarle un tanto por tener en su casa a Mary, siempre que la muchacha se portara bien.
Una persona que no conozco, como ya he dicho, cuyo nombre, en verdad, nunca se lo oí mencionar a mi cliente. Cuando hice el testamento, no hizo más que dictármelo para que yo lo escribiese. ¡Pero eso es absurdo! exclamé. Ciertamente que no es posible permita usted que un extranjero desconocido, que bien puede ser un aventurero por todo lo que sabemos, tenga completo contralor sobre sus bienes.
Comprendía él que parte del encanto de su persona, irresistible para muchas mujeres, consistía en su misma vida desarreglada, de aventurero simpático, generoso, alegre, casi infantil, pero poco escrupuloso, como no fuera en puntos de galanteo y de valentía.
Yo aprendí a leer y a escribir con todas estas narraciones y aventuras de la familia. Cosa extraña: casi siempre había algún Aguirre aventurero cuyo fin se ignoraba. El uno quedaba entre indios, el otro se decía que se había hecho pirata. Parecía como si un destino fatal persiguiese a algunos individuos de la familia, a través del tiempo y de las generaciones.
Palabra del Dia
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