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Actualizado: 27 de junio de 2025


La edad que representa la dama, su mandíbula inferior típica en los individuos de esta rama de la dinastía austríaca y hasta cierto parecido con aquel rey, nos inclinan a la afirmativa: por otra parte, parece probable que dada su alta categoría hiciese Velázquez un retrato de más importancia que se haya perdido; del cual, acaso sea copia el que existe en el Museo de Berlín y que este del Prado le precediese como cabeza de estudio preparatorio.

Esta malevolencia creció después, cuando subió al trono de los reyes cristianísimos el hugonote Enrique IV, y cuando sus sucesores favorecieron á los protestantes en Alemania y los Países Bajos . Así se explica que los españoles del siglo XVII, ó hasta la caída de la dinastía austriaca, ignorasen del todo la poesía que floreció en los reinados de Luis XIII y XIV, y que, al contrario, tomase tanto de la española la literatura francesa .

Apenas bebo un poco, me asalta el recuerdo de mi vecino el hombre lúgubre y quiero averiguar el misterio que guarda en el camarote inmediato. Había hablado a sus compañeros de esta novelesca vecindad, dando por real e indiscutible todo lo que él llevaba en su imaginación. Una gran señora, princesa rusa o archiduquesa austriaca en esto dudaba Maltrana , venía prisionera en el buque.

Inútil es añadir que recoje bastantes esbancigas, moneda austríaca que allí circula, del valor de una lira italiana. Ya que por incidencia he hablado de las venecianas, bueno será decir que son arrogantemente hermosas: las mujeres mas bellas que he encontrado en todos mis viajes.

La vanidad austríaca no hubiera puesto su boca prominente debajo de la nariz borbónica, símbolo de doblez, con más acierto y simetría que como estaba en la cara de Fernando VII. Dos patillas muy negras y pequeñas le adornaban los carrillos, y sus pelos, erizados á un lado y otro, parecían puestos allí para darle la apariencia de un tigre en caso de que su carácter cobarde le permitiera dejar de ser chacal.

El horror antisemítico que embarga el ánimo de la nobleza austriaca explica la conducta de Poldy, que parece extravagantísima y hasta inexplicable en España. Poldy se había enamorado entrañablemente de Isidoro, pero, siendo él judío, juzgaba ella imposible aceptarle primero por novio y luego por esposo. El caso sería mirado como una abominación sin ejemplo.

En aquel instante levantaban frente a nosotros a cincuenta pasos de la acera, un árbol de fuego, la pieza principal, que era saludada por los granujas con jubiloso vocerío. Los discípulos de Bemoles volvían a la carga con festiva polca, «Arlequín», muy en boga a la caída del Imperio y popularizada por los famosos músicos de la Legión austríaca. Deseaba yo hablar con usted, Rodolfo.

En el círculo que formaban los más curiosos de los presentes, estaba la Baronesa de Börne, dama austriaca, gruesa y de baja estatura, la única de su sexo que había acudido a la villa, y que miraba fijamente a la extranjera, abrumando al mismo tiempo con sus preguntas a los criados, quienes no sabiendo qué contestar se mezclaban en los grupos a comentar lo ocurrido.

Aparte de que la censura austríaca corta el vuelo á la imaginacion, falta en Alemania un centro donde haya lo que indispensablemente necesita un teatro para existir: autores, público y actores. En Alemania, merced á sus infinitas divisiones en pequeños reinos y ducados, todo está disperso, como el espíritu nacional, que apénas existe.

El emperador quería establecer la rancia etiqueta austriaca, pero las matronas mejicanas, al visitar á la joven emperatriz, le decían maternalmente, con una llaneza criolla: «¿Cómo le va, Carlotita?... ¿Qué le parece este país, hija mía?» A impulsos de una franqueza semejante, doña Mercedes terminaba diciendo: Papá, al ver que el Imperio iba mal, reconoció á Juárez y se fué con los republicanos.

Palabra del Dia

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