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Actualizado: 10 de junio de 2025


A su amor contribuyeron, tanto como la figura de Julia, la misteriosa situación en que esta se encontraba y la facilidad con que su propio ánimo se dejaba influir y dominar por todo lo extraordinario y anormal: sintió un afecto formado de simpatía y de piedad, robustecido por la prudencia forzada, y finalmente poetizado por aquella aureola de dignidad y desgracia en que veía envuelta a la mujer querida.

Sus ojos entreabiertos tenían una aureola de momentáneas arrugas; la nariz había tomado el lívido afilamiento de los moribundos. El casco de sus cabellos, roto bajo el puñetazo, se esparcía en mallas doradas y ondulantes. Algo negro serpenteaba formando hilillos sobre la seda del almohadón.

Estas apreciaciones resultan tambien de los síntomas cutáneos siguientes: hormigueo y prurito lancinante y quemante; pequeños granos purulentos; granos sensibles al tacto, algo purulentos y rodeados de una auréola roja; especie de diviesos dolorosos; mancha roja, pruritosa en el glande, en el prepucio, con granos que incitan á rascarse; ulceraciones en las comisuras de la boca; tumefaccion de los labios, de la nariz, del pié; hinchazon activa de los gánglios submaxilares.

Además, las señoritas de la Lage, por su alcurnia, por los humos aristocráticos de su padre, y la especie de aureola con que pretendía rodearlas, por su belleza, eran blanco de bastantes envidillas y murmuraciones: cuando no se las motejaba de orgullosas, se recurría a tacharlas de coquetas.

Lo importante es que usted, por obra del acaso, ya se lo he dicho antes, me ha sorprendido en mi intimidad de hombre. Todos, frailes, curas y magnates eclesiásticos, por debajo de la estameña, el merino y la púrpura, escondemos un hombre. Homo sum, digo con el pagano. Y yo volví a verle, en mi imaginación, con la aureola radiante y los pies enrojecidos.

Dijo sus últimos versos, y, entre sus sueños dispersos, lloró sus últimos versos. Postrer copa... Dió un suspiro y se suicidó de un tiro en la sien... ¡Postrer suspiro! Cayó al suelo la pistola y al cristal dió una aureola el humo de la pistola. El rodó bajo la mesa con se desgracia inconfesa, bajo el mármol de la mesa...

Pero en la medianía, en la vulgaridad de la vida corriente, cuánto más angustioso y más penoso es ese momento de interrogación sin la más pequeña aureola de consoladoras quimeras...

Así que entró se me ocurrió que en su hermosa cabeza bullían ideas matrimoniales. Tenía treinta años; su estatura era suficientemente elevada para que Pablo a su lado, se transformase en pigmeo; era su expresión inteligente y altiva, y tal que nadie le hubiera otorgado la aureola de la santidad a primera ni a segunda vista.

Si bien el carácter del legislador resulta simpático por la democracia que de sus disposiciones emana, los encargados de vigorizar éstas mismas las desfiguran en su aplicación á la práctica, exornándolas de una aureola de suspicacias y recelos que les carácter despótico y anti-nacional de que en su esencia se encuentran desposeídas y que estuvo siempre lejos del ánimo del legislador.

Quedóse solo; se encerró y quiso leer un libro; quiso dormir, y quiso arrancarse de la mente una como corona de hierro inflamado que se la quemaba y oprimía; pero era imposible. Aquello era una irradiación, que, á ser visible, hubiera parecido una aureola.

Palabra del Dia

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