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Aquel que en elevadas fantasias, Y en éstasis sabrosos se regala, Y tanto imita las acciones mias, Es el MAESTRO ORENSE, que la gala Se lleva de la mas rara eloquencia Que en las aulas de Atenas se señala. Su natural ingenio con la ciencia, Y ciencias aprendidas le levanta Al grado que le nombra la excelencia.

En el Colegio hay habitación para 300 misioneros, y todos los salones, aulas y demás dependencias de una verdadera universidad. En fin: un portero nos dijo, como supremo encomio, que las llaves de toda la casa pesan diez y nueve arrobas..... ¡Qué español rancio es este criterio estético! El interior de la iglesia no es tan grande de tamaño ni tan ostentoso de forma como hace presumir su exterior.

El adolescente que por vez primera huella las aulas experimenta algo parecido a lo que sentía Amparo. Pudo tanto en ella este temor religioso, que apenas vio quién la recibía, ni quién la llevaba a su puesto en el taller. Casi temblaba al sentarse en la silla que le adjudicaron. En derredor suyo, las operarias alzaban la cabeza, ojos curiosos y benévolos se fijaban en la novicia.

De buenos y honrados padres vengo, señora, respondió él; hidalgo soy; Alcalá es mi patria; cursé en las aulas de su famosa universidad; tirome la afición a las armas, y muy más el amor a las letras; soldado soy, y a poeta aspiro por mi desgracia, porque la poesía es sueño que devora el alma y la finge lo que no existe, y en los espacios imaginarios la pierde: Miguel de Cervantes Saavedra me llamo, y vuestro esclavo soy.

Un doctorcito, de estos que apenas salen de las aulas, ya se presentan candidatos a todos los puestos vacantes de importancia, sin más títulos que su título y sin más bagaje científico que los atracones, a fin de curso, de textos sin digerir, y así hacen de jueces y diputados, como juegan los niños haciendo de generales y de obispos, entró con mucho sonar de botas nuevas, preguntando dónde estaba Jacintito.

Desde entonces los libros santos se hubieron de abandonar á manos ineptas, i las escuelas de la Península en las edades siguientes vieron enredados á sus teólogos en cuestiones insustanciales i espinosas , i enteramente desiertas las aulas de lenguas orientales. Estos son los preciosos frutos que cogió España del indigno modo de proceder que se tuvo con personas tan señaladas.

Genara se había establecido en su antigua casa, notoria tres años antes por la tertulia a que concurrían literatos tiernos y políticos maduros; pero ya en el invierno de 1833 no se abrían las puertas de aquella feliz morada para el primer poeta que viniese de su provincia cargado de tragedias, ni para los tenores italianos, ni para los abogados oradores que empezaban a nacer en las aulas con una lozanía hasta cierto punto calamitosa. El círculo era mucho más estrecho y las amistades más escogidas, con lo que ganaba en consideración la casa. Y aquí viene bien decir que la interesante señora había perdido por completo su afición a la poesía lírica (que no hay cosa durable en el mundo), y tanto caso hacía ya del prisionero de Cuéllar como de las nubes de antaño.

Leibnitz, cuando Schopenhauer le compara con él mismo y con Kant, es un miserable pigmeo, y tonterías y nada más que tonterías son su armonía preestablecida y sus mónadas. El desenfado con que Schopenhauer fustiga a sus colegas tiene antecedentes en abundancia. Ya nos cuenta Gil Blas que los que disputaban en las aulas de Salamanca más parecían energúmenos que filósofos.

Isagani fué saludado cordialmente lo mismo que el peninsular Sandoval, que vino de empleado á Manila y concluía sus estudios, completamente identificado con las aspiraciones de los estudiantes filipinos. Las barreras que la política establece entre las razas, desaparecen en las aulas como derretidas al calor de la ciencia y de la juventud.

De tarde en tarde nos escribíamos mi hermano y yo, y de este modo supo él mis venturas y desventuras, y yo tu nacimiento y el de tu hermana, el casamiento de ésta después con un americano rico que se la llevó a su tierra, la muerte de tu madre y los rumbos que tomabas con los libros de las aulas, según ibas esponjándote y haciéndote hombre.