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Actualizado: 17 de mayo de 2025
Me irrito ante los absurdos de la monarquía y de la religión, no sólo en mi país, sino en todo el mundo.... Y sin embargo, he sentido lástima, profunda conmiseración ante un ser de sangre real. ¿Querrá usted creerlo...? Le vi de cerca, en una de mis correrías por Europa. No sé cómo la policía que vigilaba su carruaje no me repelió lejos de allí, creyendo en un posible atentado.
Según doña Rebeca y su hija, los jóvenes favorecidos por el hidalgo podían considerarse unos ladrones, los secuestradores de la débil voluntad de un loco, cuyo testamento constituía un «atentado contra los sagrados derechos de la familia, una estafa perpetrada por aquel santurrón hipócrita y aquella gatita mansa....»
Pero al salir, al llegar a la puerta, se volvió de repente y con ademán solemne, como sacerdote de ópera, exclamó: Exijo a usted, como padre espiritual que he sido y creo que soy todavía, de usted, le exijo en nombre de Dios... que... si esta... noche... sorprendiera usted... algún nuevo... atentado... si ese infame, que ignora que usted lo sabe todo, volviera esta noche.... Yo sé que es mucho pedir... pero un asesinato no tiene jamás disculpa a los ojos de Dios, aunque la tenga a los del mundo.... Evite usted que ese hombre pueda llegar aquí... pero... ¡nada de sangre, don Víctor, nada de sangre en nombre de la que vertió por todos el Crucificado!...
Alfonso VI, en tres días, viene sobre Toledo desde el fondo de Castilla, dispuesto a matar al arzobispo y aun a su propia mujer por este atentado que pone en entredicho su palabra de caballero; pero tan grande es su furia, que los mismos árabes se conmueven; el alfaquí sale a su encuentro para rogarle que respete lo hecho, ya que los perjudicados se conforman, y en nombre de los vencidos le releva de cumplir su palabra, pues la posesión de un edificio no es motivo bastante para que se altere la paz.
A evitar las crueldades de Tapacari se destinó otro cuerpo de tropas de igual fuerza, que despues de haber combatido á los rebeldes, salvó oportunamente á las mugeres españolas, que tenian ya recogidas y encerradas para hacer con ellas el cruel atentado de enterrarlas vivas.
Verdad, verdad; quisieron envenenarla. ¡Envenenarla! ¿Pero quién ha querido cometer ese atentado? Tu buen secretario don Rodrigo Calderón. ¡Pero si ese atentado se ha intentado hoy y don Rodrigo está en el lecho mal herido!
El gobierno de Córdoba, que se encargó de consumar el atentado, era demasiado subalterno entre los que se habían establecido, para que osase acometer la empresa con tanto descaro, si no se hubiese creído apoyado de los que iban a cosechar los resultados.
Figúrese usted, don Luis, que en estos momentos fuese yo poderoso, y por conservar mis intereses engendrase un hijo. ¿No sería un atentado premeditado fríamente contra el porvenir...?
Nada, no; lo real, lo inmediato a su persona no lograba fijarse en su retina; pero en cambio, veía siempre, con una tenacidad desesperante, la blanca chaqueta arrugada brutalmente como la sábana del lecho después de una noche de placer, y luego... luego veía también la cortina alzada revelando una parte del atentado vergonzoso, de la degradación maternal, que era para él un golpe de muerte.
Cada cual se explicará á su modo la rebelion de la hija demandando al padre ante la ley, para que no la ame como hija, sino para que la pague como criada; pero á mí me subleva semejante atentado contra las leyes del respeto, del amor, de la sangre. Mis sienes laten convulsivamente cuando creo ver á una mujer que se acerca a la sociedad, que anda preguntando el nombre del juez, que le pide auxilio, que le implora ... ¿con qué fin? Con el fin de que allí comparezca como reo el hombre desgraciado que la dió la existencia.
Palabra del Dia
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