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Actualizado: 3 de mayo de 2025


Luego te escucha a ti; y la mirada atenta y buena tiene una pureza absoluta. "¿Qué significa, te preguntas, esa inconsciente virtud que protege sus hechizos?" En tu recuerdo no hay ahora una mujer comparable a ella. La miras como a un ser sobrenatural. De pronto, durante un minuto de silencio, estalla un lloro lamentable. Es en la estancia contigua, el niño. Ella corre, sobrecogida como .

Yo no adónde me guía, y así, navego confuso, el alma a mirarla atenta, cuidadosa y con descuido. Recatos impertinentes, honestidad contra el uso, son nubes que me la encubren cuando más verla procuro. ¡Oh clara y luciente estrella, en cuya lumbre me apuro!; al punto que te me encubras, será de mi muerte el punto.

Cada palabra que en esta larga conversación decian era un prodigio nuevo: toda su alma la tenian pendiente de la lengua, atenta en los oidos, y brillándoles en los ojos. A fuer de Alemanes, estuviéron largo espacio sentados á la mesa, miéntras venia el reverendo padre provincial; y el comandante habló así á su amado Candido. Que cuenta la muerte gue dió Candido al hermano de su querida Cunegunda.

Había alcanzado glorioso triunfo; sentíase victoriosa, después de haber perdido la batalla en el terreno material. Mas las satisfacciones íntimas de la victoria no la privaron de su don de gobierno, y atenta a las cosas materiales, acudió, al poco rato de apartarse de Juliana, a resolver lo más urgente en lo que a la vida corporal de ambos se refería.

«Pues sobre que estoy sordo dijo el simpático viejo , la vecindad no nos deja oírnos. Callémonos, que tiempo hay de hablar». Fijó sus tristes miradas en el suelo y Fortunata, con los brazos cruzados, mirábale atenta, contemplando los estragos de la degeneración senil en su fisonomía, mientras se alejaban y extinguían en la calle los picantes ritmos del baile.

Beppa la doncella, escuchábala atenta para comprender todas las palabras, con una admiración respetuosa de muchacha de la campiña romana familiarizada con la devoción desde sus primeros años. En el otro banco estaban Leonora y Rafael.

No se me oculta que todas estas cosas materiales son como las letras de un libro, son como los signos y caracteres donde el alma, atenta a su lectura, puede penetrar un hondo sentido y leer y descubrir la hermosura de Dios, que, si bien imperfectamente, está en ellas como trasunto o más bien como cifra, porque no la pintan, sino que la representan.

Pensando en esto, mi padre cerró el libro, y él decía una cosa y yo otra. Hablamos de la forma y mi padre me dijo: «Desgraciadamente no puedes comprenderla». Yo sostuve que ; dije que no había más que una sola belleza y que esa había de servir para todo. La Nela, poco atenta a cosas tan sutiles, había cogido de las manos de su amigo las flores, y combinaba sus risueños colores.

A los dos o tres días de mi llegada, después de haber sido visitado por un gran número de caballeros y cuando volvía de la afectuosa recepción oficial, donde se me había ensanchado el corazón ante la manifestación de viva simpatía por mi país, me encontré con una atenta invitación a comer del Sr. D. Carlos Sáenz.

Con este buen suceso trató el Emperador con los mismos Genoveses, que emprendiesen de echar á los Catalanes que estaban en Galípoli, y ellos se lo ofrecieron que les diese seis mil escudos. Fué contento Andronico de darlos, y así se los envió; pero ellos como gente atenta á la ganancia pesaron el dinero, y hallándole falto se lo volvieron á enviar.

Palabra del Dia

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