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Actualizado: 7 de julio de 2025
Basilio temiendo fuese descubierto tomó una resolucion súbita, se levantó de su asiento y con la voz más natural, ¿Le puedo ayudar, señor...? preguntó saliendo de su escondite. Simoun se enderezó y dió un salto como un tigre atacado infraganti, se llevó la mano al bolsillo de su americana y miró al estudiante pálido y sombrío.
Al mismo tiempo, atacado de un acceso súbito de jovialidad, frotóse, las manos, produciendo un ruido como de pergaminos que se restregan. Luego agregó riéndose. Es usted un hombre difícil de complacer, señor Máximo. ¡Ah, ah! muy difícil.
Quiero guardar para mí solo, substrayéndolo a toda mirada extraña, el tesoro que Dios se digna enviarme. »Mucho tiempo he pasado en la incertidumbre; pero hoy ya los síntomas no ofrecen la menor duda: estoy atacado de una cerebritis, de una de esas raras dolencias que siguen casi siempre a un dolor moral intenso.
Era un viejo leproso, casi completamente idiota, atacado por no sé qué enfermedad escorbútica que convertía sus labios en un gran morro, que no podía mirarse sin repugnancia. Costó gran trabajo hacerle entender de qué se trataba.
Nébel, que cortara sus estudios a la muerte de su padre, sabía lo suficiente para prever una rápida catástrofe; el riñon, íntimamente atacado, tenía a veces paros peligrosos que la morfina no hacía sino precipitar. Ya en el coche, no pudiendo resistir más, había mirado a Nébel con transida angustia: Si me permite, Octavio... ¡no puedo más! Lidia, ponte delante.
Aquí, en don Feliciano prosiguió el ingeniero con la misma sonrisa tiene usted un defensor acérrimo. Si me defiende es que alguien me ha atacado respondió don Rosendo con más sequedad aún. Nadie pronunció una palabra. El silencio se prolongó bastante tiempo, hasta que lo rompió el mismo Belinchón haciendo una pregunta indiferente a don Jaime, con lo cual la conversación volvió a animarse.
Ya se podía andar por las carreteras sin peligro; el carlismo seguía por la fuerza de la inercia, defendido débilmente y atacado más débilmente todavía. La única arma que se blandía de veras era el dinero. Martín, viendo que no era difícil recorrer los caminos, tomó su cochecito y se dirigió hacia Urbia una mañana de invierno.
¡Eso no! exclamó el sillero atacado de súbita vanidad. En nuestra familia nunca se ha engañado a nadie. Podremos, si a mano viene, dar un golpe desgraciado o una cuchillada en un pronto, pero ha de ser por delante. Hacer traición, ¡jamás! No quedó muy satisfecho el viejo galanteador de estas cualidades nativas de la familia.
Por el camino, Ben-Tovit refirió a Samuel, sin omitir detalles, cómo había tenido dolor de muelas, cómo sintió al principio la molestia en el lado derecho de la mandíbula, cómo se había despertado al amanecer, atacado, súbitamente, de un dolor insoportable. Para dar una idea más exacta de sus sufrimientos, hacía muecas, cerraba los ojos, balanceaba la cabeza y gemía.
Cuando se exhorta á Leónido á acordarse del cielo y corregirse, contesta siempre de esta manera: Que lo pague Dios por mí, Y pídamelo después. Su corrupción llega hasta el extremo de dar un bofetón á su padre y de atentar al honor de su hermana, cuyo esposo lo desafía. Espéralo en el lugar designado para el duelo, en donde es atacado por una nube de moros.
Palabra del Dia
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