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Actualizado: 3 de mayo de 2025


»Hacía un calor asfixiante, un sol que abrasaba, y, para preservarme del polvo, llevaba corridas las persianas de mi berlina, donde permanecí aguardando que llegasen a la posada las mulas para poder continuar mi camino.

Entretanto, los días se sucedían unos a otros, enceguecientes, pesados, en una obstinación de viento norte que doblaba las verduras en lacios colgajos, bajo el blanco cielo de los mediodías tórridos. El termómetro se mantenía a 38-40, sin la más remota esperanza de lluvia. Durante cuatro días el tiempo se cargó; con asfixiante calma y aumento de calor.

Sentábase a la mesa, mojaba la pluma en el tintero, se acariciaba la frente; pero a su espalda cantaba la aguja al perforar el lienzo, crujían los corsés al amontonarse, zumbaban las moscas en torno de su cabeza, y el calor pesado y asfixiante cubría su piel de perlas de sudor. Rompía papeles y más papeles, y acababa por dejar la pluma con rabioso movimiento.

Aquel enjambre humano rebullía, zumbaba, produciendo en la atmósfera pesada, asfixiante, cargada de olores nauseabundos, un rumor sordo y molesto. Por encima de este rumor se alzaba el chicheo con que la asamblea me saludaba. Los ágiles dedos se movían, envolviendo el tósigo con que pronto se envenenaría toda España.

Se me antojó subir hasta lo más alto y sentarme un momento dentro de la cabeza del coloso, un saloncito redondo alumbrado por dos ventanas que son los ojos. A pesar de esos ojos abiertos un dirección al horizonte azul de los Alpes, el calor allá dentro era asfixiante. El bronce caldeado por el sol, me envolvía en un calor pesadísimo. Fueme preciso bajar más que a escape. Pero, lo mismo da.

El arreador era el único que tenía una silla en la gañanía: los demás, hombres y mujeres, sentábanse en el suelo. Junto a él estaban en cuclillas Manolo el de Trebujena con varios amigos, metiendo sus cucharas en un tornillo de gazpacho caliente. La niebla fue disipándose ante los ojos de Salvatierra, habituados ya a esta atmósfera asfixiante.

Es un recurso poderoso en las personas debilitadas, enervadas y que esperimentan dificultad para espectorar. Con el carbon se ayuda á fortificar las mucosas relajadas. El tártaro estibiado tiene sus indicaciones diferenciales, tales como abundancia estraordinaria y asfixiante de las mucosidades, alteracion directa de la inervacion, parálisis inminente del pulmon.

Las paredes estaban ennegrecidas por una capa de hollín que representaba luengos años de atmósfera asfixiante; las bestias, acostumbradas a esta lenta sofocación, limitábanse a bufar en sus pesebres. Las mujeres, con los ojos llorosos por el humo, vigilaban la sartén; los niños de pecho tosían, apelotonándose contra las maternales ubres, como si buscasen el fresco de la leche.

Su rigidez no dejaba adivinar con palpitaciones materiales el agua abrasadora, el vapor asfixiante, el fuego anonadador, a los que bastaba el más leve escape para atraer la catástrofe y la muerte. Las fuerzas ciegas y crueles estaban domadas, canalizadas, sumisas, dúctiles, se transformaban en silencio; realizaban sus transmutaciones de vida con religioso quietismo.

¡Y pensar que en casa se pasaban tantos apuros para sostener aquel lujo! ¡Quién lo diría viéndolas tan elegantes y risueñas, especialmente la mamá, que lucía brillantes en pecho, orejas y manos, y que antes quería pasar hambre que deshacerse de ellos...! Y el pobre muchacho, siguiendo la corriente de la lógica, pensaba con horror si todas las señoras que allí estaban cargadas de flores y joyas, exhibiendo sus sonrisas de mujer feliz, habrían tenido que pedir prestado como su madre.... El recuerdo de esta noche quedó en la memoria de Juanito con una impresión de calor asfixiante y aburrimiento inmenso.

Palabra del Dia

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