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Los Autores que escriben Compendios, muy pocas veces evitan la obscuridad, porque queriendo ser muy breves, son confusos. Pretender enseñar las Artes y Ciencias con compendios es querer que se sepan sin los debidos fundamentos. Q. l. 4. Ins.

Y la libertad, la justicia, el progreso, el bienestar, las ciencias y las artes, todo lo que realmente vale, no importó ya un bledo a la conciencia humana.

Para todas las artes se necesitan facultades de asimilación, y esta marmotona que me ha caído a es siempre igual a misma. Con decir que hace días le dio por estar rezando toda la tarde... ¿y para qué?... para pedirle a Dios chiquillos... ¡Al Demonio se le ocurre...! En fin, que no puedo ya más, y hoy mismo se acaba esta irregularidad. ¡Abajo la república!».

Allí no solo se encuentran obras maestras de exquisito primor en materia de cinceladura y forja, de bordado y otras artes, sino que puede seguirse paso á paso y metódicamente la historia militar de España, y la marcha no solo de su civilizacion especial sino de la de todo el mundo.

Quizás estaba aprendiendo á deletrear bajo la direccion del diácono Alcuino cuando ideaba la restauracion de las artes y de las ciencias en Europa, y fundaba por inspiracion de aquel sabio eclesiástico, denominado en su siglo el Santuario de todas las artes liberales, las primeras academias y escuelas que conoció la Francia de la edad media.

Así sólo puede explicarse la armonía, la indispensable relación que existe entre la ilustración del siglo y la escasez de los libros nuevos. De otra suerte sería preciso inferir que la civilización mata las artes y las letras.

Y al mismo tiempo, ¿cómo desairar á Don Marcos, tan experimentado en artes de novela? ¿Cómo renunciar á su plan, que era el más nuevo, el más extraño, el más atrevido, el más sorprendente de cuántos había concebido la humana fantasía?

Un entendido y juicioso escritor de bellas artes hace la siguiente felicísima enumeracion de partes del monstruoso estilo arquitectónico practicado en tiempo de Cárlos II . «Las columnas, ora espirales y cubiertas de emparrados, ora surcadas de singulares estrías y agallones, ora panzudas y rechonchas, ó larguiruchas y chupadas, alternaban con estípites y cariátides, balaustres y pilastras, aquí y allí esparcidas y estrañamente apolazadas con recortes, escocias, gargantillas, y hasta nuevos capiteles, encaramados unos sobre otros.

Baltasar, desde los tiempos en que vivió asilado en San Francisco, se había entregado con pasión al culto de Baco, y es fama que labró sus mejores efigies en completo estado de embriaguez. Hace poco leí un magnífico artículo sobre Edgardo Poe y Alfredo de Musset, titulado El alcoholismo en literatura. Baltasar puede dar tema para otro escrito que titularíamos El alcoholismo en las bellas artes.

El prudente rey Don Felipe II reconoce entonces la capacidad y el valer del servidor de su hermana y se aprovecha de tan altas condiciones, empleando a aquel hidalgo portugués en los asuntos más arduos. Hábil y dichoso D. Cristóbal de Moura, los desempeña a gusto y satisfacción del soberano, y es delicado, fino e inteligente instrumento de sus artes políticas y de su prudencia cautelosa.