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Actualizado: 12 de junio de 2025


Guarnecía su cintura sobre el fajín lo que llamaban charpa, y era un ancho cinturón de cuero con diversos compartimientos ocupados por dos pistolas, un puñal y un cuchillo de monte, de modo que llevaba el niño en los lomos un completo arsenal, propio para hacer frente a todas las circunstancias imaginables.

Le estoy oyendo a usted, doctor, y parece que me hacen cosquillas, ¡qué arsenal más variado de chascarrillos tiene usted! ¿de dónde saca usted tanto chiste y tanta memoria? Porque la verdad es que se necesita memoria... ¡vaya si se necesita! ¡siempre tan oportuno este querido doctor! Y los dos se reían y no quedaban serios, sino cuando llegaban al inciso negocios y demás ítemes correspondientes.

Antes de fondear en el Arsenal, encontré también varias bancas llenas de revolucionarios de Kawit, mi pueblo natal, los cuales me manifestaron que hacía dos semanas esperaban mi llegada, anunciada por los mismos americanos. No poca alegría sentí al ver á mis paisanos y parientes, antiguos compañeros de la temeraria campaña del 96 al 97.

Se detuvo, no porque había agotado sus argumentos que los elegía en un arsenal inagotable como si se calmara de súbito por una reacción instantánea sobre mismo. Nada igualaba en Oliverio al temor de parecer ridículo, al cuidado que poseía en no decir mucho o demasiado poco, al sentido riguroso de la medida. Escuchándose advirtió que hacía un cuarto de hora que estaba divagando.

Á los pocos dias, se trasladó el Gobierno Dictatorial á la casa que fué Gobierno Civil de los españoles en Cavite, porque la aglomeración de personas que de todas partes acudían, hacía estrecha la primera que se tomó de un particular, y en esta fué donde recibí la grata noticia de la llegada de la expedición de armas, que fueron desembarcadas en el mismo dique del Arsenal á la vista del cañonero Petrell siendo 1.999 el número de rifles, y 200.000 el de municiones con otros armamentos particulares.

Aproveché aquella primera ocasión, pisando apenas la Comandancia de Marina en el Arsenal á las 4 de la tarde, para entregarles las demás órdenes de levantamiento.

Le faltó energía para confesar la verdad y contestar: «No señor, no hablo, ni soy capaz de hablar, ni me pasará la voz de la gargantaLejos de esto, repuso débilmente, como luchando consigo mismo: Bueno, bueno; pues si en los Diarios de Sesiones hay algo de eso, ya me lo indicará Vd., aunque yo tengo un arsenal de apuntes... La cuestión es antigua... Ya, hacia el año cincuenta y siete...

En este arsenal de pretensiones pensó siempre inspirarse, para su discurso, nuestro diputado: con doble motivo había de pensarlo desde que el suelto del periódico le comprometía a hablar de asuntos de interés para su provincia. Pero entre tantos y tan varios como se ofrecían a su vista, ¿cuál era el más a propósito para lucirse el orador, ya que no el más atendible por su naturaleza?

Sabía tocar la guitarra rasgueando y de punteo; cantaba como una calandria, tanto las melancólicas playeras como el regocijado fandango. Su memoria era rico arsenal o archivo de coplas, tiernas o picantes, en que la casta musa popular no siempre merecía el mencionado calificativo con que algunos la designaban. No se entienda por esto que doña Inés gustase de conversaciones libres y escabrosas.

Palabra del Dia

rigoleto

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