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Actualizado: 7 de noviembre de 2025
Una vez en pie, bramando de ira, se arroja sobre el garrote de uno de los paisanos, se lo arranca de las manos, lo empuña con las suyas indomables y se lanza á la puerta rugiendo: ¡Puño! ¡repuño! Tanto insulto no lo aguanta el hijo de mi madre. ¡Aunque se esconda debajo de la tierra he de atrapar hoy á ese puerco y le he de abrir la cabeza! Los tertulios, claro está, se apresuran á detenerle.
Me senté al lado de ellas en una butaca que había dejado un caballero, y estábamos bromeando alegremente, cuando de repente veo delante de mí a Concha, de pañuelo a la cabeza y mantón. Y antes de que pudiera reponerme del susto, se arroja como una fiera sobre Matilde a bofetada limpia... Los tertulios lanzaron un grito de asombro. ¡Qué atrocidad!... ¡No puede ser!
No hay destino más espantoso que el de un desgraciado que oye afirmar violentamente su culpabilidad, que oye probarla, á quien se arroja en un calabozo y se pone en incomunicación, y que al oirse insultar en el despacho del juez de instrucción y en el banquillo, sufre en público la agonía moral y física del más atroz martirio y repite á los demás y á si mismo hasta volverse loco: ¡Soy inocente!
Cuando la tempestad sorprende al pájaro que se aleja del nido, el ave lucha con la tormenta, aleteando por recobrarlo; cuando el niño que rompe a andar cae y se lastima, busca afanoso el regazo de su madre; cuando el hombre abandona la mujer que le quiere, y sufre desengaños, torna a ella, y en sus brazos se arroja: Lázaro no tenía nido, ni regazo, ni brazos a que acogerse; llevaba, como una doble maldición, la duda en la frente y el amor en el alma.
Habría andado unos cincuenta pasos, cuando un remolino ciego, loco, furioso, se arroja sobre Bettina, le abre el chal, la arrastra, la levanta, casi la hace perder pie, y da vuelta con violencia el paraguas. Esto no es nada todavía. El desastre fue completo. Bettina ha perdido uno de sus zuecos... No eran muy serios estos zuecos, eran muy bonitos para el buen tiempo.
Se arroja sobre un sillón, echa la cabeza hacia atrás, y permanece así, poseído de la desesperación. ¡Juan, Juan, baje, que lo espero! Es la voz de la mujer amada, que lo llama desde el jardín. Juan se levanta. Del fondo del cuarto, por la ventana abierta, ve destacarse sobre el césped un vestido de verano.
La barca sale en salvo, y descargando La ropa y aderentes de la guerra, En busca de las balsas torna á prisa, A donde todos andan sin camisa. El que es buen nadador, aunque con miedo, Al agua desnudandose se arroja: Quien no sabe nadar estáse quedo, Y en la balsa metido bien se moja.
Sin poder resistir la tentación, y compelido por la misteriosa atracción del mar, cuyo elocuente rumor me ha parecido siempre, no sé por qué, una voz que solicita dulcemente en la bonanza, o llama con imperiosa cólera en la tempestad, me desnudé a toda prisa y me lancé en él como quien se arroja en los brazos de una persona querida.
El sol derramando torrentes de luz sobre la arena; las olas azules y blancas ciñendo una peña donde los jóvenes estuvieron sentados largo rato; el sollozo que rompió el silencio del túnel; después, una niña que cae al agua y un joven que se arroja por ella y la salva. «Gracias, señor marqués... ¡No se estaba tan mal allá abajo!...» También vio, también comprendió.
Pero lo impiden otros sucesos que ocurren: Leonido, que se hace pasar por un mercader náufrago, se arroja á los pies de Mitilene pidiéndole protección, llegando casi en seguida la noticia de que su amante ha muerto á manos de Leonido.
Palabra del Dia
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