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Actualizado: 30 de junio de 2025


Entre Lisboa y las costas de Inglaterra, habló Julio por última vez con el marido. Todas las mañanas aparecían en la tablilla del antecomedor noticias alarmantes transmitidas por los aparatos radiográficos. El Imperio se estaba armando contra sus enemigos. Dios los castigaría, haciendo caer sobre ellos toda clase de desgracias.

Bonifacio se acordó de la Dama de las Camelias, que había leído, y de aquel Armando, que había amado hasta olvidar al suo vecchio genitor, como dicen en la ópera, y, en efecto, el órgano lo estaba recordando: «Tu non sai quanto soffrì!» ¡Pobre de ! pensó Bonis . El hijo puede ser un ingrato. Amará a una mujer más que a ciertamente.

Si se le pregunta qué tal va la obra, dirá que mal, porque Shempelar es un dilettanti del pesimismo. Concluye el maestro de dibujar las piezas, y entonces los carpinteros de ribera comienzan a trabajar con el hacha y la azuela, cortando las tablas, barrenándolas y armando después las costillas.

Y don Víctor leía con énfasis y esgrimía el acero brillante, como si estuviera armando caballero al espíritu familiar de las comedias de capa y espada. Admitida la situación en que se creía Quintanar, era muy noble y verosímil acción la de azotar el aire con el limpio acero.

Yo estoy seguro añadí , de que esto no puede durar: apuesto doble contra sencillo a que dentro de poco los hombres de unas y otras islas se han de convencer de que hacen un gran disparate armando tan terribles guerras, y llegará un día en que se abrazarán, conviniendo todos en no formar más que una sola familia». Así pensaba yo. Después de esto he vivido setenta años, y no he visto llegar ese día.

Esto no puede ser sino ardid engañoso de los portugueses, y colisión de vosotros con ellos y traición que nos estais armando desde el principio de nuestra conversión, como no sin fundamento se lo recelaron nuestros antepasados, y en fin, la traición que no excusasteis con ellos, porque no pudisteis la queréis ejecutar ahora con nosotros ó nuestros pobres hijos.

Candido, Cunegunda y la vieja atravesáron á Lucena, á Cilla, y á Lebrixa, y llegaron en fin á Cadiz, donde estaban armando una esquadra para poner en razon á los reverendos padres jesuitas del Paraguay, que habian excitado á uno de sus aduares de Indios contra los reyes de España y Portugal, cerca de la colonia del Sacramento.

Otros lo harán con el método y serenidad convenientes cuando llegue la ocasión de ofrecer al ilustre hijo de Asturias la consagración solemne, oficial en cierto modo, de su extraordinario ingenio, consagración que cuanto más tardía será más justa y necesaria. Como un Armando Palacio, está la literatura oficial en apremiante deuda con Leopoldo Alas.

En su cintura se enrollaba una gran madeja de cáñamo, de la cual, pasando por su mano derecha y manipulada por la izquierda, salía una hebra que se convertía instantáneamente en tomiza, retorcida por el invisible mecanismo. Aquel hombre del paso atrás, ovillo animado y huso con pies, era el principal obrero de la fábrica, y estaba armando los hilos para hacer otra soga.

Son Tizianos de pelo negro. ¡Y pensar que en Montevideo los hombres se divierten armando una guerra cada dos años como si les aburriese vivir en tan buena compañía!... Allá en las mesas del fondo se mantienen las argentinas en grupo aparte.

Palabra del Dia

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