Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 15 de mayo de 2025


Vinculando exclusivamente a esa alta y aristocrática idea del reposo su concepción de la dignidad de la vida, el espíritu clásico encuentra su corrección y su complemento en nuestra moderna creencia en la dignidad del trabajo útil; y entrambas atenciones del alma pueden componer, en la existencia individual, un ritmo, sobre cuyo mantenimiento necesario nunca será inoportuno insistir.

Y este pueblo era como la capital del «antiguo y conocido campo de Montiel», que abarcaba veintidós pueblos, desde Montiel hasta Alcubillas, desde Villamanrique hasta Castellar. Y en esta centralización aristocrática y administrativa ha encontrado Infantes su ruina. Los hidalgos no se ocupan en los viles menesteres prosaicos.

Era blanca y sonrosada, sin la rudeza cobriza y dura de las hembras del campo. Tenía en sus facciones una delicadeza de monja aristocrática y bien cuidada, una pálida suavidad, animada por el reflejo luminoso de la dentadura y el tímido brillo de sus ojos bajo el pañuelo semejante a una toca monástica.

La vieja condesa era una mujer de la misma madera que su hijo, alta, seca, huesuda, modelada como una tabla, plantada majestuosamente sobre dos grandes pies, morena hasta dar miedo a los niños, con una mueca aristocrática que parecía una sonrisa, y el pelo gris partido. Escuchó el relató de don Diego con la condescendencia rígida y desdeñosa de otras épocas para las pequeñeces de hoy.

Se murmuraba, en la tertulia, de los ausentes, en presencia de Maltrana, cambiando el género de sus nombres, haciéndolos femeninos. «La Enriqueta cree tener talento, y es una fregona.» «La comedia de la Pepa no vale nada...» Por la noche iban todos ellos a lo que llamaban gran mundo, a las reuniones frecuentadas por sus familias o a los palcos de la gente aristocrática.

Tal negativa puso nuevamente ante los ojos de la dama la ideal perspectiva de un viaje a aquel famoso sitio de recreo. «Arcachón». ¡Con qué música deliciosa sonaría en las visitas de otoño esta frase que, de puro aristocrática, tenía algo del crujir de la seda: «Hemos estado en Arcachón». Bastaba esta chispa para hacer estallar otra vez la tormenta en aquel ahuecado cerebro, mientras el de Bringas hervía en consideraciones económicas: «¡Pasar una temporadita en Francia sin gastar un real!...». Los dos esposos estuvieron durante largo rato contemplando y revolviendo sus propias ideas, sin comunicárselas ni cambiar una palabra.

En efecto, se ven en contacto en esas dos hoyas lacustres siete ú ocho cantones cuyas instituciones han diferido y aun difieren mucho, como el espíritu de sus habitantes. En Lucerna han predominado la tendencia aristocrática muy exagerada y la centralizacion absoluta. En los medio-cantones de Unterwalden y en Urí, Schwyz y Zug, la república democrática pura, descentralizada en todos los distritos.

Había en ella algo o mucho de aquellas damas mexicanas, chapadas a la antigua, piadosas sin gazmoñería, caritativas sin parecer sensibleras, y en las cuales no podemos pensar sin imaginárnoslas vestidas de negro y veladas con rica y aristocrática mantilla. En doña Gabriela sólo una cosa merecía censura: su bondadosa tolerancia para con el pobre niño corcovado.

Esto basta para apreciar que el duque tenía todavía fijas en el magín raíces de ideas viejas; pero, a pesar de todo, podía considerársele como demagogo comparado con su hechicera consorte. La duquesa era el prototipo de la dama aristocrática, que sólo en las cuestiones del amor y de la moda transige con el progreso.

El mal olor de su inmundo asilo, la falta de comodidades, el detestable comer y peor vestir, eran contrarios a su naturaleza aristocrática, y la misma corona del martirio, con todo su nobleza y su resplandor de gloria, le destrozaba las sienes tan horriblemente, que prefería, , prefería mil veces un sombrero de última moda. Pero, ¿y sus derechos?

Palabra del Dia

commiserit

Otros Mirando