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Actualizado: 15 de mayo de 2025
Además de contar con su rarísimo mérito, estaba agarrado a muy buenas aldabas. Viudo hacía ya más de veinte años, tenía una hija de veintiocho, que había sido la más real moza de todo el lugar, y que era entonces la señora más elegante, empingorotada y guapa que en él había, culminando y resplandeciendo por su edad, por su belleza y por su aristocrática posición, como el sol en el meridiano.
Entonces vos sois como Francisco I, ¿preferís las mujeres? decía yo con mi airecito cándido. ¡Voto a bríos! exclamaba mi tía, que había substituido algunas palabras demasiado enérgicas, por esta frase aprendida a su esposo y que le parecía muy aristocrática ¡voto a bríos! ¡cállate, necia! Pero el cura le hacía una seña misteriosa y la excelente señora se mordía los labios.
Nada de joyas, ni siquiera un brazalete; pero, en cambio, sus movimientos, ademanes y posturas estaban impregnados de aristocrática gentileza. Don Juan enderezó hacia ella los gemelos, y viéndola tan hermosa creyó no haberla poseído nunca. No parecía muchacha plebeya elegantizada de repente, sino hija de grandes, hecha desde niña a todos los refinamientos del lujo.
Es en un baile del Club del Progreso donde pueden estudiarse por etapas treinta años de la vida social de Buenos Aires: allí han hecho sus primeras armas los que hoy son abuelos. La dorada juventud del año 52 fundó ese centro del buen tono, esencialmente criollo, que no ha tenido nunca ni la distinción aristocrática de un club inglés ni el chic de uno de los clubs de París.
Tuvo que responder con graves saludos á las presentaciones que iba haciendo su sobrino, y estrechó la mano que le tendía el conde con aristocrática dejadez. Los enemigos le consideraban con benevolencia y cierta admiración al saber que era un millonario procedente de la tierra lejana donde los hombres se enriquecen rápidamente.
Imaginábase que era una heroína que había abandonado a su opulenta y aristocrática familia para cuidar a los enfermos, aunque, en realidad, era una pobre huérfana sin parientes. Estaba seguro de que la cortejaban oficiales de la guardia imperial, y ella los rechazaba para consagrarse por entero a su deber penoso.
En primer lugar, señor marqués, seré para usted el órgano de comunicación de un especulador hábil, rico é influyente; este personaje ha concebido la idea de una empresa de consideración, cuya naturaleza le explicaré en seguida y que fracasará si no le presta su concurso particular la clase aristocrática de este país.
Era tal la distinción aristocrática de doña Inés, que, sin poder remediarlo, hasta en su padre encontraba cierta vulgar ordinariez que la afligía no poco; pero como doña Inés tenía muy presentes los mandamientos de la Ley de Dios y los observaba con exactitud rigurosa, nunca dejaba de honrar a su padre como debía, si bien procuraba honrarle desde lejos y no verle con frecuencia, a fin de no perder las ilusiones.
En sus ademanes, en su conversación, en su modo de vestir, de presentarse y hasta de andar, era tan sencillo Juan Maury y carecía tanto de afectación y estudio, o los disimulaba tan bien, que las personas ordinarias no caían en la cuenta de su aristocrática y natural distinción, y sólo las personas que, si no tenían la misma distinción, eran dignas y capaces de tenerla, comprendían y estimaban en todos sus quilates la del inglesito: pero ni a unas ni a otras personas deslumbraba él ni hería o lastimaba con elegancias de relumbrón.
Hubiérase dicho que sus manos oprimían con fraternidad aquella aristocrática y pálida materia, donde los rayos de sol remedaban un rubor interno de sangre.
Palabra del Dia
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