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Actualizado: 15 de julio de 2025
Facundo decía también que un solo remordimiento la aquejaba: ¡la muerte de los 26 oficiales fusilados en Mendoza! ¿Quién es, mientras tanto, este Santos Pérez? Es el gaucho malo de la campaña de Córdoba, célebre en la sierra y en la ciudad por sus numerosas muertes, por su arrojo extraordinario, por sus aventuras inauditas.
Sintió entonces cierta tristeza, cierto malestar que le aquejaba, a pesar de sus satisfacciones de la víspera, desde el momento en que los masones habían repetido por segunda vez aquella ridícula broma del sellito, que ahora como entonces había venido a asustarle primero, a irritarle después y a despertar, por último, su fogosa e irreflexible actividad de un momento, a la vista de aquel peligro misterioso que hubiera debido conjurar ya dos veces, sin haberlo hecho ninguna.
Púseme a pensar qué haría, y parecióme esperar a mi amo hasta que el día demediase y si viniese y por ventura trajese algo que comiésemos; mas en vano fue mi experiencia. Desque vi ser las dos y no venía y la hambre me aquejaba, cierro mi puerta y pongo la llave do mandó, y tórnome a mi menester.
No quiero decir que usted haya sido violento con ella, ni tampoco tratándose de un espíritu como el de su amiga, con la dolorosa sensibilidad que la aquejaba, la violencia habría tenido eficacia para dominarla.
Diego Deza, consigna, que, no fué bastante á curarlo de la enfermedad de gota que lo aquejaba el colocar sus pies sobre los lomos de un león que sus deudos hicieron traer de Africa, lo cual vió por sus propios ojos el ilustre historiador sevillano.
Era vieja la una, y no la aquejaba al parecer nada; la otra era moza, linda, y tenia trazas de estar muy apesadumbrada: suspiraba, y lloraba, y eso mismo le daba mas gracia. Baxó, y se acercó á la Ninivita jóven, con ánimo de darle prudentes consuelos.
Belarmino, cuando andaba suelto, era un hombre de cuidado, porque de cuando en vez le atacaban ramalazos de locura, y la locura es contagiosa, sobre todo la locura impía, que es la que a él le aquejaba.
Tenía mesa puesta a hora fija, cama limpia en sitio fijo también, y la seguridad de que ni la una ni la otra sufrirían zarandeo o zozobrarían, según el vaivén de los negocios. Ya no le aquejaba a Belarmino la congoja del mañana.
Creíase dueño absoluto de su fortuna sin que se le pasase por la imaginación los derechos que sobre ella tenía su mujer. Pero últimamente un amigo le abrió los ojos. Hablando de la enfermedad que aquejaba a la duquesa, le preguntó con naturalidad si tenía otorgado testamento. Este amigo, que era abogado, daba por resuelto que la mitad de la hacienda pertenecía a D.ª Carmen.
En esta época de su vida es cuando se le presento al lector. He creído necesarios los detalles apuntados para que éste hallase verosímil el aburrimiento que le aquejaba, y disculpables sus ulteriores decisiones.
Palabra del Dia
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