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Actualizado: 1 de junio de 2025
Sorpresa, y sorpresa ingrata produjo, pues, verlo reaparecer en la escena donde era tan conocido y apreciado, con procederes mucho menos irreprochables.
La emocion mágica que experimenté contemplándole, de seguro que no la hubiera apreciado en su grande valor, si hubiese salido del hotel acompañado de un cicerone, que en el camino me hubiera descrito el edificio, ponderado la severidad de su gótica arquitectura y dádome una idea de su grandeza.
Distraídamente sacó una cigarrera de su bolsillo y tendiéndola hacia su compañero: ¿Quieres uno? dijo. No, gracias. Son exquisitos... Me gusta el tabaco sin perfume; el tuyo no puede ser apreciado por un plebeyo como yo. ¡Como quieras!... Jaime Aubry de Chanzelles conocía demasiado a su amigo para insistir.
¡Dinero! respondió la señorita Margarita; ¡oh! madre mía, no haga usted eso. ¡No mezcle el dinero en la dicha de esa niña! La expresión de este refinado sentimiento que, entre paréntesis, la pobre Cristina es probable no hubiera apreciado del todo, no dejó de asombrarme en boca de la señorita Margarita, que no peca en general de ese puritanismo.
En ella era la amargura de hallar en el amor y la pasión, tanta diferencia con lo que se había imaginado; en él, el disgusto de un hombre bello que no se siente apreciado.
Aquel fuè muy apreciado de los antiguos por sus excelentes calidades: era el mas lleno, ó poblado de indios que hallaron por acá los conquistadores, que fundaron en él los pueblos de Atirá, Guarambaré, Ipané, Perico-guazú, Taré, Bomboy y Caaguazú, sin contar la multitud que llevaron á Santa Cruz de la Sierra, cuyos descendientes se conocen hoy en varios pueblos de los Chiquitos.
Sí añadió la de Brenay, sin contar que el intelectualismo exagerado de que padecemos no es muy apreciado por esos pobres maridos... ¿Qué se hace con una intelectual? terminó con una sonrisa llena de malicia. Esa es una objeción pueril respondió el cura. Nunca el corazón de las mujeres encontrará mejor sostén ni un alimento más poderoso que el estudio de la Naturaleza. ¿Verdad, Magdalena?
El joven Uri se detuvo dos días en Dabo acompañando a sus salvadores, y luego, antes de partir, sacó de un escondite que había en la piragua dos grandes paquetes envueltos en hojas y cuidadosamente atados con bejucos, y, mostrándoselos al Capitán Van-Stael, le dijo: Este metal amarillo, que abunda en nuestro país entre las arenas del Durga, sé que es muy apreciado por los blancos.
Nunca había apreciado, como ahora, la frivolidad y el mal gusto de este palacio, que era el corazón de Mónaco. Si el «monumento de confitería» frase de Castro cerraba sus puertas, todo Monte-Carlo quedaría en una soledad de muerte, lo mismo que esas ciudades que fueron puertos en otros siglos y ahora duermen, despobladas, lejos del mar que se retiró.
En su vida cortesana, este poeta, que, como después veremos, pertenecía á la escuela clásica en todo su vigor, pasó algunos clásicos apurillos; mas después, escribiendo en casa de un abogado, desempeñando funciones modestas en el periódico El Censor, vivía siempre alegre, siempre poeta, siempre clásico, apreciado de sus amigos, con alguna fama de calavera, pero también con opinión de joven listo y de buen fondo.
Palabra del Dia
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