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Actualizado: 14 de mayo de 2025
La Memoria escrita por Federico sobre no sé qué, pasó desde la tribuna a la prensa, apareció en una Revista; el niño se creció; inscribiose en un círculo más nombrado; hízose oír; le aplaudieron. Primero hablaba y luego gritaba. Ensordecía los pasillos. Llegó a envanecerse con su facilidad de palabra, y a creerse un Moret, un Gabriel Rodríguez.
Aplaudieron todos que al fin se hubiera humanado la maestra y aplaudieron más aún que, en virtud de nuevas declaraciones y promesas de Currito, se reconociese y se proclamase allí la autonomía de Rosita y de doña Marcela. Para solemnizarla, ambas niñas bailaron unas sevillanas con notable garbo y maestría.
Empezó á hablar de la Convención, y dijo que era preciso cortar las cabezas de adormidera. Le aplaudieron mucho, y yo confieso que fué una gran cosa, aunque, á decir verdad, no le entendí más que si hubiera hablado en judío.
Que tuviese mala suerte, y una mitad del circo se levantaría vociferante contra él, llamándole desagradecido e ingrato con los que le «levantaron». Mató su primer toro con mediana fortuna. Se arrojó, audaz como siempre, entre los cuernos, pero la espada tropezó en hueso. Los entusiastas le aplaudieron. La estocada estaba bien marcada, y de la inutilidad de su esfuerzo no tenía él la culpa.
Al pronto se le saltaron las lágrimas; pero después, considerando que había sido su padre quien le había pegado, y ofreciéndose á su fantasía de un modo cómico toda la escena, y viéndose él mismo bailar á latigazos y con casaca, se rió, á pesar del dolor físico, y bailó con inspiración y entusiasmo. Las señoras aplaudieron á rabiar.
Cuando dejó puesto el par, unos aplaudieron en el vasto graderío y otros increparon al banderillero con tono zumbón, aludiendo a sus ideas. ¡Menos política y «arrimarse» más! Y el Nacional, engañado por la distancia, al oír estos gritos contestaba sonriendo, como su maestro: Muchas grasias, muchas grasias.
En efecto, Reynoso pensó que estando ya Tristán alojado en su propia casa razones de delicadeza le aconsejaban no demorar la boda hasta octubre y realizarla en cuanto fuera posible. Todos en la casa aplaudieron esta determinación, y Elena fue la primera en celebrarla con gritos de júbilo. ¡A ver si se le quitan de una vez esos malditos celos! le dijo al oído a su cuñada.
Palabra del Dia
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