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Actualizado: 25 de junio de 2025


La lectura de los infinitos documentos referentes á aquella, que han pasado por nuestras manos, ofrece como marcas generales las de la S y el clavo que colocaban en el centro de dicha letra verticalmente y las de los nombres y apellidos de los dueños seguidos á veces hasta de la profesión de aquel como se ha visto en la morisca que perteneció al que hoy llamaríamos arquitecto municipal.

Le llamaban más la atención los apellidos que las condiciones personales de «los nuestros»: así es que al preguntarle por la vida y milagros de cualquiera de ellos, en lugar de responder derechamente a la pregunta, se encaramaba en la copa del árbol genealógico de la familia, y gateando de rama en rama hacia abajo, no paraba hasta dar, lo que menos, con la pata del Cid, si es que se conformaba con eso.

No hay más que tomar una lista de vecinos de Buenos Aires para ver cómo abundan en los hijos del país los apellidos ingleses, franceses, alemanes e italianos. El año 1820 se empieza a organizar la sociedad según las nuevas ideas de que está impregnada, y el movimiento continúa hasta que Rivadavia se pone a la cabeza del Gobierno.

Entonces la tonta fui yo... Un día cuando aún no sospechaba cual fuera la causa del retraso en el pago de la renta, me encontré leyendo un periódico, con la noticia de que había quebrado una de las casas más fuertes de Madrid; el nombre y apellidos del banquero estaban indicados por iniciales; U. G. P., es decir, Ulpiano García Pignorado. Corrí a su casa con mi tía. El pájaro había volado.

El segundo apellido de Ricardo, el resonante y prestigioso Cámpora, viene de un bizarro coronel, don Márcos Cámpora, que acompañó a San Martín en su gran campaña del paso de los Andes. Así, pues, los dos primeros apellidos, Arregui y Pérez, representan la creación de la fortuna en su doble actividad, comercial y pastoril.

Al oir en boca de Lucía el nombre y apellidos de su amiga y la última inocente pregunta, el Comendador se estremeció, se turbó; el color rojo, que había teñido antes las mejillas delicadas de Clarita, se diría que había pasado con más fuerza á encender el rostro varonil de D. Fadrique, curtido por el sol de India y por los vientos de los remotos mares.

Como estos señores, y, sobre todo, los que han bebido en manantiales franceses, han visto que en Francia la partícula de es signo de nobleza, han querido también adoptarla; y como en España no significa absolutamente nada, pueden lisonjear sus oídos con la sonoridad del monosílabo inocente, así como con una cáfila de apellidos, cada uno hijo de su padre y de su madre.

Estaban en tal predicamento, en tal valía la nobleza de algunos apellidos, que honraban á todos los que los llevaban, aunque fuesen judíos convertidos, apadrinados por algún grande. Pero don Juan se había criado en un pueblo, en medio de los ejemplos de virtud y de dignidad de los que había creído sus parientes, y pensaba de otro modo. No le afligía el ser bastardo por , sino por su madre.

Pero ¿no bastaba, acaso, con saber mis apellidos y que soy hijo vuestro y descendiente de tan claros agüelos, para excusar toda probanza? En un principio asaltome el antojo de enviar los reposteros de mis mulas para que se enterasen de nuestros blasones. ¡Pero es fuerza acomodarse a la regla

El hombre se queda muy apesadumbrado. ¿Se tratará, acaso, de un hombre que ignora su estado civil y que pretende averiguarlo preguntándoselo a las gentes? ¿Considerará este hombre, tal vez, que, siendo periodista, yo debo estar mejor informado que las otras personas? ¡Caso triste, en verdad, el de un señor que no sabe quién es y que no encuentra quien se lo diga!... Yo comienzo a afligirme, pero el señor me recita de pronto su nombre, su edad, su profesión, sus apellidos y sus motes.

Palabra del Dia

rigoleto

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