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Actualizado: 25 de junio de 2025
Yo, en esta parte, no puedo adornar mi libro con sonoros apellidos; y fuera de mi madre, a quien conocí por poco tiempo, no tengo noticia de ninguno de mis ascendientes, si no es de Adán, cuyo parentesco me parece indiscutible. Doy principio, pues, a mi historia como Pablos, el buscón de Segovia: afortunadamente Dios ha querido que en esto sólo nos parezcamos.
Hasta no há muchos años los indios daban invariablemente á sus hijos en la pila bautismal, el nombre del santo del día en que nacían, sirviéndoles de apellidos el nombre del padre, viendo por lo tanto en todas las escrituras antiguas figurar á Antonio de Luís, Juan de Pedro, Victoriano de Andrés, etc.
Ya sé que mi primo y esas otras dos, son gente mala. ¡Bastantes disgustos me dan! Pero llevan mis apellidos, y tú debes hablar de ellos con mayores miramientos por ser de mi casa. Además, ¿qué sabes tú de lo que les tiene reservada la gracia del Altísimo?... La Magdalena era peor que esas dos desgraciadas, mucho peor, y murió como una santa.
Antes, si bien se mira, el mismo tener aquellos antiguos apellidos estos cristianos nuevos es glorioso blasón del propio nombre; pues estar en tales sujetos, es decir que ha más de doscientos cincuenta años, era ya de tal calidad su nobleza, que les sobraban créditos a sus dueños, para dorar toda la infamia del judaismo, que las aguas del bautismo limpiaban y sin que se pudiera recelar que de la equivocación del renombre se pudiera pegar algo a su antiquísima nobleza.
Cierto es que dicho joven, último representante de una de las más linajudas familias de la monarquía, llevaba uno de esos antiguos apellidos que van de día en día extinguiéndose, hasta el punto de que muy pronto no figurarán ya sino en la historia. Se llamaba Amaury de Leoville.
La multitud de sus nombres y apellidos, su número mismo y las deposiciones de reyes y usurpaciones de reinos, nos harian abandonar el pensamiento de colocarlos aquí, sino fuera porque el autor dejó sobre esto apuntes aunque informes. Los hemos comparado con la serie que estampó el Masdeu en su tomo 15, y ni aun en los nombres hay uniformidad. ¿Cómo la habrá en la cronología?
Del apellido Esquivel existían dos familias principales el siglo XVII, y para distinguirlas, el vulgo añadía á sus apellidos los nombres de los barrios donde tenían sus casas solariegas, llamando así á unos Esquiveles de San Vicente y á otros Esquiveles de San Pedro.
Lo más interesante para nosotros es que junto a estos nombres extranjeros comienzan luego a sonar apellidos españoles como Juan de Segovia, Gumiel, Zamora, Gallegos, Aponte, Berruguete, lo cual demuestra que simultáneamente a la producción de los venidos de tierra extraña, comenzaban a desarrollarse y brillar las facultades de los que aquí les tomaron por maestros.
Las mujeres casadas añaden al suyo el de sus maridos, con su de corriente, y así, tu madre firmaba Rafaela Santa María de Arias. Hay muchos apellidos nobles que no lo tienen. En Sevilla, el marqués de C... es J. P. El conde del A..., F. E. El marqués de M..., A. S. Mi hermano se llama León Santa María, y el duque de Rivas pone en el frontispicio de sus obras Ángel Saavedra.
En Filipinas faltaban apellidos y hubo que crearlos; en cambio hasta fecha no remota no existió en aquellos archipiélagos quien se llamara Silvestre, por la sencilla razón de que el rumbo de los primeros navegantes borró un día del almanaque; así que en Filipinas el mes de Diciembre no tenía mas que treinta días, necesitándose que Madrid y Roma intervinieran para enmendar ese desaguisado que á la marcha de los tiempos llevó el libro de bitácora de Legaspi.
Palabra del Dia
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