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Actualizado: 23 de junio de 2025
Por sorprendente que parezca la noticia, la acuidad del sentido del olfato es notable en las cigarreras: diríase que la nicotina, lejos de embotarles la pituitaria, les aguza los nervios olfativos, hasta el extremo de que si entra alguien en la fábrica fumando, se digan unas a otras con repugnancia: «¡Puf, huele a hombre!». Así es que Amparo solía apartarse de Chinto aunque sea inverosímil repelida por el olor de las malas colillas que chupaba en secreto; pero lo que a la sazón percibía era peor que el tabaco; así es que pegó un salto.
Otros han estado sobre las sepulturas donde estaban enterrados sus señores, sin apartarse dellas, sin comer, hasta que se les acababa la vida. Sé también que después del elefante, el perro tiene el primer lugar de parecer que tiene entendimiento; luego, el caballo, y el último, la jimia.
Había alcanzado glorioso triunfo; sentíase victoriosa, después de haber perdido la batalla en el terreno material. Mas las satisfacciones íntimas de la victoria no la privaron de su don de gobierno, y atenta a las cosas materiales, acudió, al poco rato de apartarse de Juliana, a resolver lo más urgente en lo que a la vida corporal de ambos se refería.
Cuando le hice algunas preguntas acerca de Sevilla, me habló con entusiasmo y orgullo. Se sorprendía de que no hubiese estado allí. Para ella era el paraíso; un lugar de delicias, de donde nadie podía irse sin sentimiento. Apenas salía del convento, y sin embargo, el apartarse de Sevilla considerábalo como un destierro penoso.
El, por su parte, le profesaba una afición tan ardiente, tan exclusiva, que en ciertos momentos se convertía en verdadera fiebre. Cada vez que tenía que apartarse de sus faldas para ir al colegio le costaba lágrimas. Exigía que se pusiera al balcón para despedirle. Antes de doblar la esquina de la calle, se volvía más de veinte veces para enviarle besos con la mano.
Al apartarse, la embriaguez había desaparecido por completo. Dirigió una mirada vaga, extraviada, al indiano. Pero esta mirada adquirió súbito expresión de espanto, se fijó en él como en un animal extraño que la viniese a acometer. ¿Qué hace usted aquí?... ¡Ah, sí! exclamó llevándose la mano a la frente. ¡Dios mío! ¿Qué me pasa? ¿Estoy soñando?...
Hallóse don Quijote al entrar del oidor y de la doncella, y, así como le vio, dijo: -Seguramente puede vuestra merced entrar y espaciarse en este castillo, que, aunque es estrecho y mal acomodado, no hay estrecheza ni incomodidad en el mundo que no dé lugar a las armas y a las letras, y más si las armas y letras traen por guía y adalid a la fermosura, como la traen las letras de vuestra merced en esta fermosa doncella, a quien deben no sólo abrirse y manifestarse los castillos, sino apartarse los riscos, y devidirse y abajarse las montañas, para dalle acogida.
Todavía se conformaba Elisa con explicárselo todo por cierta cobardía, desidia o pobreza de espíritu, que retraía al Conde de lo difícil y le inclinaba a lo fácil; que le inducía a apartarse de los caminos ásperos y de escarpada subida para seguir los senderos trillados y llanos.
Sánchez era muy dado a pasear por ellos con zapatillas, le daba un vuelco en el corazón y le saludaba con una turbación que, lejos de disminuir, aumentaba cada día. He aquí el hombre se decía al apartarse de él en cuyas manos se encuentra mi felicidad o mi desgracia.
Gomez Bravo, lo esclarecieron manifestando el error en que los mencionados historiadores y el vulgo habian incurrido, y haciendo ver que el personage sepultado en la antigua capilla mayor no era otro que el duque de Medinasidonia D. Enrique de Castilla, hijo natural del rey D. Enrique II, y cuya madre, por el grande amor que le tenia, no quiso apartarse de su cuerpo aun despues de muerto.
Palabra del Dia
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