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Durante un mes pude sufrir la lucha entablada entre mi razón y mis celos; pero llegó un día en que me estremecí. Amparo nada me dijo cuando la anuncié este viaje, más que las siguientes palabras: Espero que volverás pronto. Aquella noche salí de Madrid en una silla de postas. Mi resolución era, no volver a ver más a Amparo.

Es cierto que pudiera fundarle y sostenerle un príncipe rico ó una asociación de capitalistas, pero mejor y más digno es que lo sostenga el Estado. Ya veremos por qué y cómo. Perdóneme Vd. que sea tan difuso. Muy señor mío y distinguido amigo: Ya anuncié á Vd. que tenia yo muchísimo que decir sobre la cuestión del llamado Teatro libre.

«Intenté sondear sus ánimos, informándola poco a poco y a mi gusto de lo que había hecho fuera de casa, y exagerándola bastante el éxito de mi visita. No dio señales de que le interesaran las noticias. Después le anuncié la venida de Ángel, dentro de muy pocas horas..., de minutos, mejor dicho. Entonces abrió los ojos y me miró.

No es sensato, sin embargo, convertir en certeza tales dudas, puesto que ya no existen las producciones en que pudiéramos fundarnos ; mas no se afirmará que la degeneración del arte no se anuncie ya en estos nimios cuidados que se consagran á recrear los sentidos, y hasta la circunstancia de que ninguno de esos trabajos literarios haya durado hasta nuestros días, parece confirmar que el mérito de casi todas ellas no era extraordinario.

Añadí que con tales condiciones podía asegurar que todo el pueblo filipino se uniría á la revolución para sacudir el yugo de España, no siendo de extrañar que algunos pocos estuvieran aún de su parte por falta de armas, ó por conveniencias personales. Así concluyó esta primera conferencia con el Almirante Dewey, á quien anuncié, que residiría en la Comandancia de Marina del Arsenal de Cavile.

No pude refrenar mi deseo de volver a mi patria. Desde Lisboa fui a Sevilla y a Cádiz. Mi antiguo confesor, el Padre García, había hecho algunos ahorros y había heredado también a un hermano suyo que se había enriquecido. Harto el Padre de rodar por el mundo, vivía retirado en el lugar de su nacimiento, no lejos de Sevilla. Le anuncié mi llegada y él vino a verme.

, señor, para octubre, el tiempo de las castañas..., esperaba el mundo un Moscoso, un Moscoso auténtico y legítimo... hermoso como un sol además. ¿Y no puede también ser una Moscosita? preguntó Julián después de reiteradas felicitaciones. ¡Imposible! gritó el marqués con toda su alma. Y como el capellán se echase a reír, añadió: Ni de guasa me lo anuncie usted, don Julián.... Ni de guasa.

Esto que nos pasa, te lo anuncié yo, Bernardino dijo gimoteando la señora, ibas a galope, demasiado de prisa. Luego la Bolsa... Mira, eso que dicen de la Bolsa son estupideces; hoy se gana, mañana se pierde: pues lo que se hace es asegurarse del hoy, y cuando se le tiene, no dejarlo escapar por ir a tentar el mañana. ¡Eso! ¿Ves? No escarmientas, Bernardino, y me temo que ésta no sea la última.

14 Juntaos todos vosotros, y oíd. ¿Quién [hay] entre ellos, que anuncie estas cosas? El SE

La mujer volvió a mirar con insistencia desconcertante a la viajera y después de una pausa dijo: Bueno... iré a prevenirle... ¿A quién debo anunciar? No anuncie usted a nadie: quiero darle una sorpresa. Entonces el semblante de la tendera reflejó la sorpresa, la duda y la alegría al mismo tiempo. ¿Sería usted por ventura, señorita, su hermana, la hermana de quien tantas veces nos habla?