Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 17 de octubre de 2025
Cuando un andaluz se pone a decir: «¡Vamoj, hombre! ¡Mardita zea! ¡Mijte quej grande!», y todo el mundo le escucha con gran contentamiento, como si dijera algo sumamente ingenioso, yo me abismo en amargas reflexiones. He ahí un hombre con gracia me digo . ¡Y pensar añado que si ese hombre hubiese nacido en la provincia de Pontevedra no tendría gracia ninguna!...
El andaluz, sentado en el fondo, sonrió mirando al capitán. «¡Vaya un tío!...» Celebraba interiormente que uno de la tierra hubiese puesto en fuga á los bebedores gritones y brutales que tanto le molestaban otras tardes. Consultó Ulises su reloj: las siete y media. Ya había espantado á toda aquella gente que inspiraba terror á Freya. ¿Qué le quedaba que hacer allí?... Pagó y salió.
Veíame en mí casita, a su lado, escuchando aquel gracioso acento andaluz que tanto me cautivaba, recordando tal vez con risa los curiosos pormenores de nuestro conocimiento, tal vez interrumpidos en nuestra plática por el juego ruidoso de algunos nenes... Cuando desperté de aquel sueño feliz, no pude menos de pensar que para llegar a allá aún quedaba mucho camino.
Hindenburg, que estaba limpiando un vaso, quedó con las manos inmóviles, sin sacar la servilleta de la cavidad de cristal. Ferragut fué á sentarse junto á una mesa vacía, con la espalda apoyada en la pared. Un criado, el único del establecimiento, acudió para enterarse de lo que deseaba, el señor. Era un andaluz pequeño y vivaracho, que sus andanzas habían traído á Barcelona.
Por lo demás, si hay algo de cierto en el mordaz proverbio que dice: Al andaluz hacedle la cruz, y al cordobés de manos y pies, bien puede afirmarse que no reza con las mujeres; antes son víctimas las pobrecitas de lo levantiscos, alborotados y amigos de correrla que son generalmente los maridos. Si el marido es mozo y alegre, suele pasar meses enteros lejos del techo conyugal.
El novio no dio por el momento importancia a la frase; pero tres días después de realizado el matrimonio, la anciana lo hizo levantarse de madrugada y lo condujo a una bocamina, diciéndole: Aquí tienes la dote de tu esposa. La hasta entonces ignorada, y después famosísima, mina de Laycacota fué desde ese día propiedad de don José Salcedo, que tal era el nombre del afortunado andaluz.
Una casa de madera, que por su tamaño era la única que podía compararse con la del contratista, los iba atrayendo á todos. Sobre su puerta había un rótulo, hecho en letras caligráficas: «Almacén del Gallego». Este gallego era, en realidad, andaluz; pero todos los españoles que van á la Argentina deben ser forzosamente gallegos.
El andaluz, al nacer, se encuentra con una herencia de gracia, de simpatía y de popularidad que le permite abrirse fácilmente un camino en la vida, aunque carezca de méritos personales. El gallego, en cambio, sólo se encuentra con deudas que necesita saldar por sí mismo, y si individualmente esto es un mal, colectivamente tiene que ser un bien.
Recordaba á Aresti, en pocas palabras, la historia del muerto; un andaluz, de carácter triste y pocas palabras que había rodado por el mundo buscándose la vida en América en cien oficios, y trabajando en todas las minas de España. Por las noches, cuando volvía del trabajo, daba lecciones á los pinches.
Al siguiente oirá terribles reconvenciones, hallará un ceño irritado, ó muy indiferente y frio, cuando no sollozos, lágrimas y quejas reprochándole ingratitud y mal proceder.... Creo francamente que las leyes de la pava restringen mucho la autonomía individual del andaluz, pero les encuentro su lado poético y atractivo.
Palabra del Dia
Otros Mirando